Proposition E would tax the sale of sugary drinks two cents per ounce. Photo Angelica Ekeke

Durante la semana, alrededor de las 3 de la tarde, los niños salen de la escuela y van a la tienda más cercana para comprar lo que alcancen a pagar con un par de dólares, que con frecuencia resulta ser dulces o una bebida azucarada.

Situaciones como ésta impactan directamente en los problemas de salud que la nación enfrenta, al aumentar los índices de obesidad y diabetes tanto en adultos como en niños. El tratamiento de estos problemas resulta costoso para la comunidad.

Pero cuando la gente tiene el poder de llevar una vida más saludable comiendo mejor y siendo más activa físicamente, se beneficia toda la comunidad.

La Proposición E, que pondría un impuesto a las bebidas edulcoradas, está en la boleta de las elecciones del 4 de noviembre y es un paso crucial en esa dirección. Se ser aprobado, el impuesto proveería hasta $54 millones por año en ingresos para programas de nutrición, educación física y sobre vida saludable, y programas de desayunos y almuerzos escolares.

En 2010, cerca de la tercera parte de los niños y adolescentes de San Francisco estaban obesos o con sobrepeso. Investigaciones basadas en evidencias sugieren que es muy probable que, de no hacerse algo al respecto, estos niños continúen con su obesidad hasta la madurez y que ello afecte su calidad de vida. En California, 30.7% de los adultos latinos se auto reportaron obesos en 2013, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades.

Si continuamos apáticos a estas estadísticas, los números seguirán creciendo, nuestras comunidades continuarán siendo afectadas, y los ya de por sí altos costos de hospitales e impuestos por estos problemas de salud costarán más que dos centavos por onza en las bebidas azucaradas.

Es cierto que el aumento predicho al precio de sodas será cerca del 29% y que, en una ciudad cada día más cara, es agravante para los consumidores, especialmente para los negocios pequeños, quienes serían los afectados. Pero cuando lo que se pretende es el bienestar general, vale la pena.

Debido a que las investigaciones sugieren que este impuesto prevendría cerca de 100,000 casos de enfermedades del corazón; 8,000 derrames cerebrales y 26,000 muertes durante la próxima década, esto está siendo analizado por la Universidad de California, de San Francisco (UCSF), el Hospital General de San Francisco y Centro de Traumas (SFGH) y la Universidad Columbia. Además, también se podrían prevenir 240,000 casos de diabetes por año.

A principios de este año, México introdujo un impuesto a las bebidas azucaradas en respuesta al gran problema de obesidad, donde el 70% de los adultos tiene sobrepeso y el 32.8% obesidad. Recientemente, se llevó a cabo una encuesta en la cual los mexicanos reportaron los resultados del impuesto establecido: están tomando menos soda, y relacionando el consumo de estas bebidas a la gran mayoría de los problemas de salud.

¿Cómo puede un impuesto a la soda hacer esto? La teoría es que cuando el consumidor ve que el producto cuesta un poco más, o reduce su consumo del producto dañino o escoge una alternativa que posiblemente sea una opción más saludable como bebidas con leche baja en grasa o agua. También podría traer más conciencia a los efectos dañinos de las bebidas.

La oposición trata de mantener a San Francisco en un nivel accesible, pero cuando actualmente se pagan $632 millones en costos de salud médica al año directamente relacionados con bebidas azucaradas, y si tomamos en consideración la pérdida de productividad de la ciudad para recuperarse de los problemas de estas enfermedades, es difícil justificarlo.

La Asociación Americana de Bebidas ha gastado hasta ahora $7.7 millones tratando de efervescer esta medida, incluyendo la compra de firmas, la intrusión de la libertad personal, y haciéndose pasar por abogados de la vivienda accesible en anuncios televisivos.

Pero consideremos la carga social de tratar problemas como la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Las compañías de soda no se preocupan de que sus consumidores tengan una vida accesible sino de hacer dinero.

No hay una solución simple a la epidemia de obesidad. La gente toma sus propias decisiones y puede tomar las que considere mejores, pero tenemos que ayudarle manteni informadas en nuestras escuelas, lugares de trabajo y en nuestras comunidades. Votar “sí” en la Proposición E ayudará a nuestra comunidad a tomar una decisión saludable, la opción más sencilla.