Hace unos días, mientras el mundo celebraba y conmemoraba a la mujer, en mi mente desfilaban luchadoras como la derecho humanista y ambientalista Berta Cáceres, la periodista Miroslava Breach, la activista Nadia Vera Pérez y muchas otras gigantes desconocidas, así como Rosario Castellanos, la segunda escritora más importante de México, ‘sucesora’ de Sor Juana Inés de la Cruz, por la vigencia de sus obras y la defensa de las mujeres.

Ante la necesidad que sintió de contarle al mundo que una mujer tiene derecho a pensar, vivir, desear, actuar y decidir, Rosario eligió la escritura como medio para desafiar la inequidad de género y la desigualdad social.

Generalizando, podría afirmar que la sociedad nos ha enseñado a dedicarnos a actividades ‘propias de nuestro sexo’, a salir con miedo a las calles, a desear hombres como pareja y a rechazar la diversidad de género. Pero, por fortuna, también nos enseñaron a leer, lo que a muchas nos permitió descubrir a Rosario Castellanos, una mujer que utilizó el poder de la palabra para criticar a la sociedad que somete a la mujer, así como para reivindicar los espacios públicos como los derechos a la educación y al trabajo para las mujeres.

La autora de la reconocida trilogía indigenista Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de Tinieblas, supo reconocer lo que significa ser mujer, mexicana e indígena; le indignó lo mismo la diferencia salarial que el desprecio a quienes ejercen labores domésticas.

En una sociedad organizada en torno a conceptos diseñados por hombres para su propio beneficio, Castellanos puso los reflectores sobre la ‘inferioridad’ de la mujer respecto al hombre, invitando a la mujer a embellecerse a partir del conocimiento y no con peinados y maquillaje para satisfacer al hombre y a una sociedad que no la respeta.

Si estuviera entre nosotras Rosario, el corazón se le hubiese alegrado al saber que una mujer indígena, María de Jesús Patricio Martínez, ‘Marichuy’, buscaba ser candidata presidencial de México.

Rosario, la rebelde furibunda, fue también una de las pioneras en abordar como periodista el tema del feminismo. Supo de las movilizaciones aquí en los EEUU para la ‘liberación de la mujer’ y las siguió de cerca para informar a la opinión pública sobre los actos de jóvenes que exigían poner fin a la jerarquía masculina y ansiaban convertirse en sujetos autónomos, capaces de decidir sobre todos los aspectos de su vida, de disfrutar su cuerpo y determinar su maternidad.

Desde sus primeros escritos, Castellanos manifestó el interés que le despertaban las mujeres rebeldes, aquellas que, separándose del rebaño, se aventuraban a habitar terrenos que les estaban prohibidos, a vivir libres de prejuicios y sin miedo.

Canción de cuna (poema)

¿Es grande el mundo? Es grande. Del tamaño del miedo.

¿Es largo el tiempo? Es largo. Largo como el olvido.

¿Es profunda la mar? Pregúntaselo al náufrago.

(El Tentador sonríe. Me acaricia el cabello y me dice que duerma).

En el emblemático 1968, un año de revuelta juvenil en varios lugares del mundo, Rosario Castellanos tituló una colaboración en la prensa como “¿La mujer, ser inferior?” En su respuesta, recurrió a la filósofa feminista francesa Simon De Beauvoir para recalcar que la jerarquía que colocaba en una posición subordinada a las mujeres era un hecho social.

Si bien reconocemos los avances que nos favorecen como mujeres en estos tiempos, existen estancamientos, y aun retrocesos. Hoy el mundo es más violento con las mujeres y el acoso en las calles, las escuelas y los centros laborales parece ir en aumento.

La prematura muerte de Rosario Castellanos no le permitió ver algunos efectos de la revolución feminista de la segunda mitad del siglo XX, ni enterarse del reciente Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan convocado por mujeres zapatistas en Chiapas, México, lugar donde pasó su juventud.

Si Rosario viviera, su pluma no dudaría en denunciar la violencia contra la mujer en cualquier territorio del mundo, como la reciente muerte de la concejal Marielle Franco, socióloga y activista asesinada en Brasil hace unos días.

En 1971 Rosario Castellanos fue nombrada Embajadora de México en Israel, un exilio del que nunca regresó.

En ese afán de tomar espacios públicos y de celebrarnos entre nosotras, el próximo viernes 30 de marzo realizaremos un homenaje a Rosario Castellanos en el Centro Cultural de la Misión para las Artes Latinas (MCCLA), ubicado en el 2868 de la calle Misión, en San Francisco, de 19:00 a 21:00 horas.