Ilustración de Alan Kurdi. Cortesía de UNHCR/Arte por Yante Ismail

Para un refugiado, el viaje para escapar es difícil y está plagado de peligros. Pero la elección en sí misma (la decisión de huir) es fácil: quedarse y enfrentar el horror, o irse con la esperanza de un futuro mejor. Muchos se van esperando cualquier futuro.

El número de solicitantes de asilo y refugiados del norte de Centroamérica aumentó en casi un 60 por ciento a fines de 2017, en comparación con el año anterior, según un comunicado de prensa de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Una gran mayoría de ellos busca refugio en el norte, incluidos los EEUU.

Los números del ACNUR, que muestran un aumento en los que necesitan desesperadamente ayuda, fueron liberados menos de dos meses después de que la política de “cero tolerancia” del presidente Trump se estableciera.

En los últimos meses, personas de los EEUU y allende han escuchado historias sobre familias inmigrantes, solicitantes de asilo y refugiados, que han sido despojados de sus derechos humanos y encarcelados como delincuentes por huir de situaciones de pesadilla que solo podemos imaginar.

La situación se asemeja a lo que sucedió en el Atlántico durante la crisis de los refugiados europeos en 2015. Aunque las cifras difieren significativamente (más de cinco millones de refugiados y otros inmigrantes llegaron a Europa a finales de 2016), la forma en que la percepción pública de la crisis operó fue similar. Europa tuvo su llamada de atención el día que fotos de Alan Kurdi, un niño sirio de tres años, ahogado junto con su madre y su hermano mientras huían de los horrores de la guerra civil fueron publicadas.

En los EEUU la gente dudaba en actuar ante la crisis en la frontera hasta que las imágenes de niños que sufren aparecieron en los noticieros y circularon en las plataformas de redes sociales, poniéndole rostro a las estadísticas. Al igual que con la imagen de un niño muerto arrojado a la orilla de Turquía se convirtió en un símbolo de la crisis en Europa, las imágenes de niños llorando se convirtieron en el símbolo aquí.

Cuando los seres humanos huyen de su país debido a cualquier mal que los persigue, el hogar que dejan atrás y lo que enfrentan en su viaje a un nuevo país debería bastar.

El horror debería terminar allí.

Pero en realidad, estas situaciones están lejos de ser únicas. A pesar del hecho de que estos seres humanos huyen de condiciones insoportables, rara vez son bienvenidos con los brazos abiertos. Las políticas de la administración Trump mostraron claramente la postura del gobierno de los EEUU ante este asunto.

Lo que difiere esta vez, lo que causó la protesta y las manifestaciones masivas en todo el país, fue la separación de las familias. Este horror es otra adición a la lista de horrores previamente manifestada a través de amenazas de muerte y violencia que estas familias han intentado dejar atrás.

Los medios de comunicación y las organizaciones tuvieron que mostrar imágenes de niños desamparados llorando y publicando archivos de audio de niños gritando por sus padres, antes de que comenzaran las demostraciones (aunque más tarde se estableció que la niña de la foto no había sido separada de su madre, la imagen se convirtió en un símbolo del proceso en la frontera).

Los ciudadanos de los EEUU y otras partes del mundo occidental finalmente abrieron los ojos y vieron estos actos horribles por lo que eran. La gente se reunió para protestar, y la administración cambió su política: las familias debían permanecer juntas.

Desafortunadamente, para entonces ya era demasiado tarde. Se perdieron más de 2 mil niños en un sistema complicado que incluso las autoridades han tenido problemas para descubrir. La situación tenía que llegar al extremo antes de que finalmente dijéramos “ya es suficiente”.

Es muy tarde para salvar a Alan Kurdi. Puede ser demasiado tarde también volver a unir a varias de las familias aquí en los EEUU, separadas al cruzar una frontera que pensaron que los pondría a salvo.

Demasiado tarde porque algunos padres han sido deportados sin sus hijos y otros, que enfrentan la deportación, tienen una opción imposible: volver juntos al país de donde huyeron o dejar a sus hijos como solicitantes de asilo no acompañados.

Así que les pregunto a todos ustedes, la próxima vez, y créanme, habrá una próxima vez, no esperen hasta que sea demasiado tarde. No elija ser ignorante o inconsciente, elija ver la situación por lo que es. Elija actuar, antes de que otro niño se pierda o muera.