He evitado escribir alguna cosa con respecto a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador de 37 años que se toma selfies. 

Tengo que admitir que al comienzo estuve seducido por Bukele. Especialmente cuando él era aún era parte del partido de izquierda, y así mismo, lo estaban muchos otros partidarios del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Mis padres, quienes nunca fueron partidarios ardientes del Frente, llegaron a asistir a una recaudación de fondos en San Francisco celebrada por el Comité de Base, donde cenaron y se tomaron fotos junto a la antigua estrella en ascenso del partido.   

Cuando se separó del partido (cabe señalar que hay una larga historia de aquellos que viniendo de izquierda se terminan volviendo de derecha, aunque Nayib dice no ser ni de izquierda ni de derecha, sino que ha trascendido la política usual), mis padres lo siguieron, junto a muchos otros que estaban insatisfechos con el breve mandato del gobierno izquierdista.       

Nayib tiene la popularidad más alta de cualquier presidente en América Latina, y aun así, ha sido criticado por sus tendencias autocráticas en los principales medios de comunicación y pequeñas publicaciones de izquierda similares. La crítica ha sido bien merecida.   

Nayib no es un fascista, como he escuchado decir a algunos colegas Salvi-Americanos decir. Es un pragmático despiadado, lo cual es igual de peligroso. La expresión “dime con quién andas y te diré quién eres”, encaja perfecto en el caso de Bukele quien sin duda se ha volcado hacia los dos grandes poderes, uno en declive y el otro en ascenso.      

En diciembre pasado, Bukele viajó a China a encontrarse con el secretario general Xi Jinping y firmó un acuerdo de inversión masiva. De acuerdo a los reportes, los chinos ayudarán en la construcción de un gran estadio deportivo, una biblioteca de varios pisos, una planta de tratamiento de agua y en el desarrollo de las ciudades costeras para promover el turismo.   

Este desarrollo puede que esté en pausa temporal por ahora, pero si esto los asusta a algunos de ustedes, yo revisaría su sinofobia internalizada. Así como el economista griego Yanis Varoufakis, ha dicho: “Los chinos han sido mucho más humanistas que los EEUU han sido jamás… desde luego, están propagando su influencia pero ellos son no-intervencionistas en una manera que Occidente jamás logrará entender.       

Antes de reunirse con los chinos, Bukele ha dicho fuerte y claro quien es su más destacado amigo. Viajó a Washington D.C. y habló en la Heritage Foundation, un panel de estudio de derecha cuyas ideas más ultraconservadoras formaron las políticas de Reagan en los años 80 y ahora han regresado a la Casa Blanca vía Trump.     

Al andar intimando con Trump, Bukele ha hecho un pacto infernal. Él ha renunciado a los derechos de los migrantes y a cambio, se mantiene en gracia con la Casa Blanca. Hace poco, Trump aplaudió a Bukele en Twitter por cooperar con la implementación de la ley en la frontera del sur, y como recompensa,Trump le ha prometido ventiladores. Mientras tanto, continúan llegando aviones con deportados casi todos los días.       

El ministro de salud de Guatemala declaró a la prensa que él estima que entre el 50-75% de deportados están infectados con COVID-19. Es de imaginarse que los números que llegarán a El Salvador serán similares. Todos los deportados son enviados a centros de cuarentena por un total de 30 días, algunos son menores de edad sin acompañantes, de acuerdo al Comité de Rescate Internacional.       

Todo esto ocurre en un contexto en el que los recursos están agotados, dado que la cuarentena nacional está siendo implementada por la policía y el ejército salvadoreño, que cuentan con un gran antecedente problemático.     

¿Como le damos sentido a esto? ¿Cómo puede mantener Bukele una popularidad tan alta y a la vez ser criticado por varios sectores de la prensa? Mientras escribo esto, el secretario de prensa de Bukele tuiteó: “Hemos mezclado a todos los grupos terroristas en la misma celda”, refiriéndose a las pandillas, quienes en el pasado eran segregadas con base en su grupo de afiliación. Lo más preocupante, son las fotos de cientos de hombres sentados en filas casi pegados, con solo su ropa interior y una simple máscara quirúrgica. Una imagen realmente aterradora.       

Lo que resulta más aterrador, son aquellos que vienen en defensa del presidente dispuesto a sacrificar los derechos humanos de los prisioneros por una falsa sensación de seguridad. El filósofo esloveno Slavoj Žižek una vez escribió que tenemos dos opciones: el neoliberalismo promovido por occidente o el autoritario pero más eficiente capitalismo promovido por los chinos y Singapur.    

La respuesta para Bukele ha sido, ¿por qué no ambos? 

En este momento en particular, esta elección justifica el uso de la fuerza y la supresión para promover el bienestar de la sociedad salvadoreña. Un puño de hierro en un guante de terciopelo si consideramos el estipendio de $300 dólares distribuido a las familias salvadoreñas y el postergamiento de los pagos. A la larga, esto significa que el mejor resultado es también el peor: un estado capitalista moderadamente eficiente en el que el proceso democratico es tan solo una fachada.