* Nota del editor: Ines Ayrault Montero es una estudiante de intercambio de Madrid, España, del curso medios comunitarios de periodismo 575 de SF State, impartido por el profesor Jon Funabiki, la clase es una colaboración con El Tecolote.

Comencé mi programa de intercambio en la SF State el 18 de agosto de 2019. Estaba emocionada. No sabía en absoluto a qué me enfrentaría durante los próximos diez meses, ni en un millón de años habría imaginado lo que sucedería.

El primer semestre fue genial. Conocí a mucha gente, me divertí en clase, visité la ciudad y el Área de la Bahía. Todo era perfecto. Regresé a España para navidad y el 21 de enero estaba de vuelta en San Francisco.

Para entonces, había varias noticias sobre un nuevo virus que había surgido en China, el Coronavirus, COVID-19. Nadie, además de los chinos, parecía estar preocupado por eso. Hasta que el virus viajó más allá de sus fronteras. Recuerdo que, desde principios de marzo, la situación comenzaba a ponerse tensa.

El virus había llegado a Italia y los casos estaban aumentando rápidamente. Cuando el problema comenzó a crecer en ese país, la gente en España también comenzó a preocuparse. Finalmente, sucedió lo inevitable, COVID-19 llegó a mi país. Todos los días, el número de casos aumentó, especialmente en la capital, Madrid, que también es mi ciudad natal y donde vive toda mi familia. Comencé a preocuparme, nadie sabía realmente lo que estaba sucediendo y las cosas estaban cambiando constantemente.

Recuerdo que todo comenzó a cambiar aquí el 9 de marzo. Todos los días de esa semana, me desperté con algunas noticias sobre la crisis del COVID-19. Primero, cancelaron las clases. Asistí a mi última clase presencial ese 9 de marzo, pero las clases se suspendieron oficialmente hasta dos días después.

Debido a la pandemia del COVID-19, la alumna de Madrid, España, Ines Ayrault Montero, regresó a su casa el 23 de marzo. Cortesía: Ines Ayrault Montero

A partir de ese día, mis compañeros de habitación españoles y yo decidimos ponernos en cuarentena voluntaria. Sabíamos cómo podría evolucionar la situación debido a nuestra conexión con España, por lo que consideramos que lo más responsable era quedarse en casa. En ese momento, algunos podrían haber pensado que exageramos y que esas precauciones aún no eran necesarias en los EEUU. Pero sabíamos que este país eventualmente estaría en la misma situación que España, y las cosas se estaban poniendo feas. 

Déjame explicarte un poco más sobre cómo estaban las cosas en mi país de origen en ese momento. Debido a la velocidad de propagación del virus, el gobierno español comenzó a tomar medidas. Todas las clases, escuelas, preparatorias y universidades fueron canceladas antes del 10 de marzo. Desafortunadamente, la población no tomó esto como una advertencia del peligro, sino como una vacación. Todos salieron a los bares, restaurantes y parques. La acción de este gobierno tenía la intención de detener las reuniones de grandes multitudes, pero tuvieron el efecto contrario.

Ese mismo fin de semana, el gobierno anunció el establecimiento de una cuarentena nacional a partir del 16 de marzo. Con la cuarentena se obliga a todos a permanecer en casa, con algunas excepciones como ir de compras, a trabajar cuando no es posible hacerlo de forma remota, acudir al médico y unas cuantas más. Quien ponga un pie en la calle sin uno de esos propósitos, será multado por la policía.

Fue entonces, cuando la situación se puso tan extrema, que mis padres comenzaron a preocuparse seriamente de que yo estuviera tan lejos de casa, igual yo.

Las escuelas comenzaron a cerrar en San Francisco. Pero la situación aún no era tan difícil como lo era en España. No hubo restricciones. Teníamos libertad para movernos por toda la ciudad. Las autoridades solo pedían distanciamiento y precaución.

Sin embargo, el COVID-19 cambió todos nuestros planes: primero, las clases, luego, Trump canceló todos los vuelos provenientes de Europa, lo que significaba que mis padres no podían venir a visitarme como lo habíamos planeado. Posteriormente, cuando decidimos que lo más responsable era quedarnos en casa, cancelamos nuestros planes para las vacaciones de primavera (habíamos comprado vuelos a Hawái en noviembre y teníamos todo planeado).

En ese momento, todos los estudiantes españoles que estaban en San Francisco, en el mismo programa que nosotros, comenzaron a asustarse y sus familias también. Nuestros padres estaban realmente preocupados de contagiarnos estando tan lejos de casa, especialmente en un país que no tiene atención de salud pública (como la tenemos en España), porque podría costar una fortuna obtener atención médica requerida para esta o cualquier otra enfermedad. Es por eso que todos comenzaron a volver a casa poco a poco.

Entonces, en una semana, no hubo clases, ni vacaciones, ni visitas de nuestras familias; nuestro país de origen vivía en cuarentena nacional y no teníamos idea de lo que sucedería después. Además, todos volaban de regreso a casa, lo que significaba también dejar San Francisco para siempre. Pero mis compañeros de casa y yo éramos resistentes.

Pensamos que este virus nos había quitado lo suficiente como para que también nos quitara nuestro año estudiando en el extranjero. Estábamos planeando quedarnos en casa hasta que las cosas mejoraran en mayo o junio, y hacer algunos viajes para entonces. Pero fuimos demasiado optimistas, incluso inocentes.

Para el 16 de marzo, todos nuestros amigos españoles ya estaban en casa o habían comprado los vuelos para regresar. Hablamos con nuestros padres para ver lo que pensaban, y nos dimos cuenta de que era imposible quedarse. Nuestros padres pagarían la renta ridículamente cara de San Francisco y nuestro mantenimiento para estar encerrados en nuestra casa y no aprendiéramos nada. Además, se preocuparían por nuestra salud y bienestar todos los días. Mi padre incluso tuvo problemas para dormir debido a eso. Había demasiadas razones para que nos fuéramos, así que el 18 de marzo compramos nuestros vuelos y para el 23 estábamos de regreso en casa. Nuestro programa concluyó 3 meses antes de lo planeado.

Esta pandemia arruinó lo que se suponía fuera uno de los semestres más increíbles de mi vida. Pero, sinceramente, me alegra que mi familia, mis amigos y yo estemos sanos y seguros. Desde que comenzó esto, he estado diciendo lo mismo, para mantener una actitud positiva: “Me gustaría que lo peor que me haya pasado en la vida sea tener que quedarme en casa”.

Con esto quiero decir que, incluso dentro de la tragedia que estábamos experimentando, todos estábamos a salvo y teníamos la posibilidad de quedarnos en casa.