Abogado Más allá de los riesgos que conlleva completar el viaje ‘al Norte’, miles de niños y jóvenes (en su mayoría de origen salvadoreño, guatemalteco y hondureño) llegan a este país a diario pidiendo ayuda, y muchos de ellos también buscando a sus padres, quienes ya se encuentran viviendo aquí.

Las estadísticas son alarmantes: en 2011, la patrulla de la frontera detuvo a 6,800 niños indocumentados. Para 2012, este número subió a 13,000. La cifra de menores detenidos en el 2013 fue casi el doble al año anterior: 24,000. En la actualidad, la mayoría de las proyecciones estiman que al menos 60,000 menores serán detenidos en el sur de la frontera durante el 2014 y que, para el 2015 sobrepasen los 100,000.

Si bien la tendencia se viene observando desde hace 3 años, la administración Obama recién esta semana se pronunció sobre el tema expresando que la situación humanitaria tiene carácter de ‘urgente’. Así también, una de la directoras de política doméstica de esta administración, Cecilia Muñoz, ha reconocido que ha crecido el número de niñas e inmigrantes menores de 13 años que intentan cruzar la frontera a pie.

Freddy recuerda el viaje que hizo solo desde Guatemala hasta la frontera de los EEUU, en una conferencia de prensa en San Francisco, el 15 de julio. Foto Dhoryan Rizo

Estos niños y jóvenes, luego de ser detenidos, son enviados a un centro de refugiados hasta que se pueda ubicar a sus padres o familiares para tomar custodia de los mismos. Ya dentro de los EEUU, estos jóvenes inmigrantes son citados para comparecer ante la Corte de Inmigración y enfrentan cargos de deportación, lo cual los puede eventualmente obligar a regresar a sus países de origen.

El norte de California acoge a muchos de estos niños y jóvenes, y como especialista en derecho migratorio, puedo observar a diario las dificultades que implica ayudar a estos ‘nuevos’ inmigrantes y sus familias. En muchos de estos casos el pedido de asilo es la vía más sencilla para evitar la deportación dado que la mayoría de estos jóvenes teme regresar a su país. Los motivos son varios: la violencia generalizada de la sociedades de donde provienen, maltrato sufrido por parte de sus progenitores (o tutores), y el ser blanco de reclutamiento forzoso a manos de pandillas o carteles del narcotráfico.

Esta crisis humanitaria es uno de los tantos problemas que nuestro sistema migratorio enfrenta y es probable que la situación continúe empeorando a la par de los problemas sociales de Latinoamérica. Desde los EEUU, lo único que se encuentra a nuestro alcance es trabajar para defender los derechos de estos jóvenes inmigrantes que no tienen un hogar seguro a donde regresar, y esperar que una reforma migratoria nos brinde herramientas adicionales para cumplir con este objetivo.

Wilson Purves es asesor legal del Consulado de México en San Francisco para temas migratorios y socio del bufete de abogados de Kerosky Purves & Bogue.