Ilustración: Gustavo Reyes

Hace poco mi amigo Diego salió de un bar gay y pidió un Uber en México.

Cuando abordó el vehículo, el chofer le dijo ‘Joven, esta zona es muy fea, ¿no? Hay demasiadas personas desviadas, ese tipo de gente es depravada’. Diego es gay y me imagino que el comentario no le hizo gracia. Le preguntó al chofer si se refería a las personas de la comunidad LGBTQ. Cuando el conductor respondió ‘Sí’, Diego le dijo que él era gay. El señor se puso serio, detuvo el auto y bajó a mi amigo.

Mi amigo había solicitado este servicio para llegar seguro a casa y el señor lo dejó a mitad de la noche, en una ciudad que no es muy segura. Afortunadamente, Diego llegó bien a su casa, pero este tipo de discriminación es indignante.

Realmente no digo que el comportamiento adecuado hubiera sido celebrar las preferencias sexuales de mi amigo. Pero lo mínimo era esperar que el señor conductor hiciera su trabajo.

Queda en mi cabeza la disonancia de que en casi todos estos actos la justificación de los agresores es religiosa. De ahí que es inevitable para mí recordar la llamada ‘Marcha por la familia’ que se organizó en 2016 en México, la cual pretendía detener el matrimonio igualitario y el derecho de adopción para parejas del mismo sexo. Para mí es difícil diferenciar entre las personas que no quieren que los homosexuales se casen y las personas que no consideraban a la gente de color como seres humanos, o de los hombres que no querían que las mujeres votaran. Es el mismo ejercicio legal de la opresión y la intolerancia.

En todos estos casos ha habido una defensa ideológica que tiene sentido en la cabeza de quien la cree. En el caso de la ‘Marcha por la familia’, hay un juego de mercadotecnia: no iban a llamarla ‘Homofóbicos y metiches’, porque no pegaría. Es el mismo truco que usan las compañías de refrescos que te venden felicidad en vez de decir que están en el negocio de la diabetes enlatada.

Que las personas hagan su voluntad siempre y cuando su voluntad no lastime a nadie. Sinceramente no veo que nadie salga herido si los gays se casan y adoptan a tantos bebés como quieran. Si quitamos a dios de la conversación, no hay una razón de peso para evitar la adopción igualitaria. Ojo: Cuando digo “quitar a dios de la conversación” me refiero a que nadie conoce a dios y (si existe) no creo que los hombres tengamos la capacidad siquiera para entender su voluntad, entonces realmente no sabemos lo que quiere. Hasta donde sé, dios pudo haber creado la homosexualidad para regular la sobrepoblación haciendo que los gays adopten a los niños no deseados, nacidos de padres heterosexuales negligentes.

Usualmente cuando se quiere defender la intolerancia se acude al argumento de decir “es que eso no es natural”.

El pundonor más evidente del hombre es el de separarse de los vínculos que lo liguen con la naturaleza: seguimos superando la expectativa de vida de las generaciones pasadas, intentamos vernos más jóvenes con maquillaje o cirugías estéticas, aprendimos a hablar, a dominar el fuego, estamos muy lejos de vivir en cuevas y de cazar nuestro alimento.

Si bien existen especies monógamas en la naturaleza, yo nunca he visto a los pingüinos firmar un acta o proponerse matrimonio. Sí, la concepción de un bebé requiere de un hombre y una mujer y es natural, de acuerdo. Cómo se organiza la sociedad para la crianza de sus humanitos, sin embargo, es algo enteramente cultural.

Las personas que caigan en este argumento tan perezoso de que el matrimonio gay o la posibilidad de adopción para personas LGBTQ, deben ser bloqueados porque son antinaturales, deberían entonces deshacerse de lo que no es ‘natural’ en sus vidas: dejen de usar el internet, la electricidad, busquen su propio alimento… no usen el excusado. En resumen: El hecho de querer bloquear una ley sólo porque es ‘antinatural’ es el último recurso de una mente sin imaginación.

La convivencia sería más fácil si cada uno se fijara en las acciones propias y no anduviera metiéndose en los asuntos de otros. A menos claro, que los asuntos del otro sean violentos, como que un grupo de homofóbicos te persiga para arrancarte el miembro, por ejemplo.

No es de sorprender que las personas que no quieren que se le den derechos a los gays son personas cegadas por el privilegio. Nunca se les ha puesto una ley en contra.

Es más, tengo una sugerencia: si se va a tomar todo ese tiempo en organizar marchas y exigir leyes hechas nada más para usted y los suyos, puede mejor usar esa energía en adoptar a un niño y mejorar su situación. Así usted se siente bien y puede pensar que salvó a un niño de ser un criminal o peor (para usted, al menos) lo salvó de ser adoctrinado como gay. No soy religioso, pero siento que eso le daría puntos con su dios, ¿no? Aunque vale la pena tener en cuenta que la mayoría de los gays vienen de un matrimonio heterosexual y de un padre super macho.

En caso de que su bebé resulte ser gay, tómelo como una oportunidad para ya no ser tan cerrado: vea de cerca cómo se le hacen difíciles las cosas a un ser humano sólo por ser quien es. Abrácelo cuando la frustración lo azote porque todos lo tratan como mierda sin la necesidad de que él hiciera algo mal. Entienda que, si uno no elige ni sus alergias, ni sus gustos, ni de quién se enamora, mucho menos va a elegir su preferencia sexual. Mire lo devastador que es el querer cambiar la naturaleza propia para combinar con la ignorancia de gente que se dice buena por el único mérito de ir a comer obleas cada domingo. Permítase crecer con él. Total, a lo mejor se divierte en la boda.