Manifestantes reunidor en la Plaza Italia, en Santiago de Chile, protestan contra el gobierno de derecha del presidente chileno Sebastián Piñera, el 4 de noviembre de 2019. Cortesía: Flickr/ -nando-
Carlos Barón

En las últimas semanas, Chile ha sido sacudido por las protestas. En este momento, muchos de los que leen estas líneas pueden haber escuchado sobre esos eventos, reacciones contra las políticas del gobierno de derecha de Sebastián Piñera. Fue una sorpresa para muchos alrededor del mundo, considerando que el guión principal que se ha publicado sobre ese país sudamericano ha sido uno que lo describe como “una joya económica”.

Considerando la situación actual, Hamlet podría haber preguntado: ¿Hay algo podrido en el Estado de Chile?

La acción que inició las últimas protestas —los estudiantes de secundaria y bachillerato que saltaron los torniquetes del sistema de Metro para evitar el pago— es solo la punta de un enorme iceberg debajo de las ahora aguas convulsas de Chile. Esta es una situación que se ha venido fermentando durante muchos años de inequidad, en uno de los países con la peor redistribución de recursos del mundo.

El gobierno chileno respondió a las protestas con violencia y su presidente declaró descaradamente “estamos en guerra”. ¡Uno de los  ‘nosotros’ más exclusivos en la historia! ¿Qué quiso decir con “NOSOTROS”? ¿’Nosotros’ como en “yo y mis amigos”? ¿Contra quién? ¿El pueblo de Chile?

Un vil grado de violencia está siendo aplicado por la policía y los militares, algo que no se había visto en Chile desde el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 (apoyado por los EEUU) que puso al general Augusto Pinochet en el poder por más de 17 años.

Manifestantes reunidor en la Plaza Italia, en Santiago de Chile, protestan contra el gobierno de derecha del presidente chileno Sebastián Piñera, el 4 de noviembre de 2019. Cortesía: Flickr/ -nando-

Le pedí a una amiga, profesora universitaria y periodista en Chile, que me enviara sus impresiones sobre lo que está sucediendo. Compartiré algunas frases: “Los últimos diez días han afectado profundamente a toda la población chilena. Las emociones son diversas y cambian constantemente. Rechazo contra la militarización del país y contra las medidas represivas ordenadas por el gobierno. La felicidad porque Chile finalmente despertó y las coloridas protestas y marchas nos hacen sentir más cerca, como hermanos y hermanas. Espero que al fin puedan ocurrir los cambios profundamente deseados. Una reacción mayoritaria contra el vandalismo y los robos. Solidaridad y organización espontánea entre pueblos de diferentes territorios. Preocupación por cuál podría ser la salida de esta crisis institucional y política”.

Han pasado casi cincuenta años desde esa odiosa fecha del 11 de septiembre de 1973. Primero, 17 años de la dictadura de Pinochet, luego los últimos 30 años de un retorno muy lento a una democracia insuficiente…¡aún gobernada por una constitución creada por la dictadura! Ningún gobierno posterior a Pinochet ha estado dispuesto, o no puede crear una nueva constitución, una demanda clave planteada en las protestas de hoy.

Mi amiga chilena agrega: “Las protestas y manifestaciones no tienen una cabeza visible, es decir, una organización, un partido o un conglomerado a seguir. Son espontáneas y responden a las publicaciones en las redes sociales”.

Manifestantes reunidor en la Plaza Italia, en Santiago de Chile, protestan contra el gobierno de derecha del presidente chileno Sebastián Piñera, el 4 de noviembre de 2019. Cortesía: Flickr/ -nando-

Chile, en este momento, todavía vive una situación de insurrección abierta contra el toque de queda y el estado de emergencia declarado por el gobierno y su brutalidad resultante. En todo el país, el pueblo chileno ha ocupado las principales avenidas, especialmente las que coinciden con las estaciones de metro. Golpearon ruidosamente ollas y sartenes con cucharas de madera.

Son familias enteras: niños, abuelos, madres, padres, adolescentes, que expresan apasionadamente que están cansados de los abusos físicos y económicos.

Desde mi perspectiva, lo más gratificante es observar el hecho de que se ha establecido un vínculo claro e innegable entre el pasado y el presente. Los manifestantes de hoy, jóvenes y viejos, están marchando ayudados por tres referencias claves al golpe de estado de 1973 y la represión que se instaló en Chile en esa época. Con estas tres referencias, queda claro que aquellos que traten —en Chile…o incluso en los EEUU— no pueden desestimar o negar el pasado.

El primero, un vínculo musical, ejemplificado por una canción creada a finales de los años sesenta por el inmortal Víctor Jara y originalmente cantada en apoyo del líder principal de los norvietnamitas, Ho Chi Minh: ‘El derecho de vivir en paz’. Es una canción dulcemente rockera, con un canto muy fácil de repetir: “¡El derecho de vivir en paz!”. Ese derecho está en el centro de la lucha chilena actual y la canción se usa en todas partes, no solo en Chile sino en todo el mundo.

Manifestantes reunidor en la Plaza Italia, en Santiago de Chile, protestan contra el gobierno de derecha del presidente chileno Sebastián Piñera, el 4 de noviembre de 2019. Cortesía: Flickr/ -nando-

Otro fuerte vínculo con el pasado es el último discurso de Salvador Allende, transmitido por radio el 11 de septiembre de 1973. Hacia el final de su discurso, les dice a los oyentes: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. 

Ese discurso final fue claramente respondido por las más de un millón de personas que marcharon la semana pasada en Santiago, la capital chilena. Millones más también han marchado por todo el país desde que el/la primer chico/a de secundaria saltó sobre los torniquetes del Metro y precipitó las protestas actuales.

El tercer vínculo es el canto que fue musicalizado en 1972 por el compositor chileno Sergio Ortega: “¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”. Una vez más resuena, orgulloso y prístino, en todo Chile y en todo el mundo.

Hay algo llamado conciencia colectiva. Se refiere a recuerdos compartidos por todo un pueblo. Recuerdos que perseveran, a pesar de los esfuerzos oficiales por erradicarlos, distorsionarlos o minimizarlos. O para negar su propia existencia.

Pero la conciencia colectiva permanece, lista para servir. El conocimiento y la comprensión de los males del pasado evitarán su repetición. El mundo entero merece el derecho a vivir en paz. Hoy, la  lucha del pueblo chileno nos ayuda a desear en voz alta ese derecho humano y universal.