[su_label type=»info»]COLUMNA: EL ABOGADO DEL DIABLO[/su_label]

Berta Hernández, quien es la primera candidata socialista que contiende por el puesto de Supervisora del Distrito 11, posa frente a su casa en San Francisco el sábado 1 de octubre de 2016. Foto Edgar Pacheco

Crecí en Chile, a mediados de la década de 1950. Tuve la suerte de asistir a una escuela muy buena, en la que, además de aprender las materias educativas básicas, fuimos expuestos a una gama ideológica extremadamente rica y variada. Fui testigo de muchas confrontaciones políticas enérgicas, verbales y físicas. entre niños de 10 u 11 años de edad. Por ejemplo, recuerdo estar parado, con la boca abierta, viendo a dos de mis compañeros de clase rodar por el suelo, golpeándose e insultándose con palabras como “comunista sucio”, “sucio socialista”, “estúpido católico”. Yo también tenía 9 o 10 años de edad, apenas rasguñaba la superficie de cualquier clara definición ideológica o política. Por lo tanto, no entendía por qué los niños se llamaban así, dispuestos a derramar sangre en el proceso.

Con el tiempo, aprendí lo suficiente como para merecer ser elegido presidente del consejo estudiantil. Para entonces, estaba cerca de los 17 años. Entre las muchas frases que escuché en el proceso de mi formación política, una llamó poderosamente mi atención: “El único buen comunista es un comunista muerto”. Entonces, y lo sigue siendo ahora, esa fue una declaración bastante impactante.

Pongo a manera de prefacio de este artículo esos recuerdos, porque el tema de esta columna, mi ex alumna Berta Hernández (de la San Francisco State University), es candidata a la Junta de Supervisores por el Distrito 11, como socialista. Yo quería saber más sobre ella y sobre la recepción que está teniendo desde esa plataforma en particular. Nos sentamos a comer en My Corner Café (también conocido como el lugar de Tony, en la esquina de las calles 26 y South Van Ness) y lo primero que le pregunte fue por qué está contendiendo por el distrito Excélsior.

“Fue desalojada, por el fenómeno del aburguesamiento, de la Misión hace unos años y he hecho de Excélsior mi nueva casa”, dijo Berta. “Pero sigo siendo en gran medida una persona de la Misión. ¡Mis hijos nacieron y crecieron en la Misión! ¡Están orgullosos de ellos al igual que de mí!”.

Ella ha sido activista desde hace mucho tiempo.

Berta Hernández, con sus hijos, en una reunión improvisada en el comedor de su casa el 1 de octubre para revisar los materiales de propaganda que utilizará en su campaña para Supervisora del Distrito 11. Foto Edgar Pacheco

“Empecé mi carrera política en San Francisco hace más de 20 años. Trabajé con gente como Lucrecia Bermúdez, Carlos Petroni, Miguel Pérez. Lucrecia y Carlos fueron nuestros candidatos oficiales, en parte porque eran los únicos ciudadanos en ese momento. “Ella se rió mientras sus ojos bailaban inquietos y a ritmo constante. “No es como si tuviéramos una gran fe en el sistema, pero creímos —todavía creo—que teníamos que participar en todas las cuestiones, no sólo en los temas relativos a los inmigrantes”. Cuando llegué de México, odiaba estar aquí. Poco a poco, participando activamente en muchas cuestiones, me empezó a gustar”.

Berta ha trabajado en un programa de prevención del suicidio, ha ayudado a establecer treguas entre pandillas, fue directora de la Casa de los Jóvenes en el Programa RAP (Programa de Alternativa Real) y en la actualidad, se desempeña como Gerente de Recursos Familiares en el Instituto de Familiar la Raza, todos ellos, en el Distrito de la Misión.

Ella recurre a su experiencia en teatro para sus trabajos. “Me encanta el teatro. Ese es mi primer y constante amor. Empecé en México, pero continué utilizando el teatro aquí. Creo en su poder. Mira Carlos: yo no tengo tiempo para nada, pero si me invitas a participar un poco en algo de teatro… ahí estaré. Y seré una de tus mejores reclutas”.

Sobre el tema de su filiación socialista, Berta dijo: “El movimiento Occupy y Bernie Sanders ayudó a que la afiliación fuera más aceptable”. Hace una pausa de nuevo, brevemente y luego continúa, con firmeza, “Mira, lo mejor que le podría pasar a la clase trabajadora en esta ciudad sería que eligieran a esta socialista. Soy la candidata con más ética, capaz. No me pueden comprar”.

Se detiene de nuevo, esta vez como para evocar algo agradable: “Estoy contenta con lo que hago. Ahora trabajo en una organización muy ética y siento que tengo el amor y el respeto de la comunidad y la de mis hijos. ¿Puedes creerlo? ¡A mi edad! (Ella está por encima de los 50.) ¿Tener el amor de mis hijos y su respeto? Sebastián, mi hijo, tiene 24 años y Camila 19. Todavía viven conmigo. Camila trabajada muy duro en mi campaña. “Hace una pausa, brevemente y luego sonríe y dice con orgullo: Hace unos días, me dijo Camila ‘Mamá: eres el candidato más calificado’ ¿No es genial?”

Haber conversado con Berta Hernández me ayudó a alejarme de esa referencia temprana y desagradable de los comunistas o socialistas: “El único buen comunista es un comunista muerto”. En realidad, creo que necesitamos el tipo de socialistas como el que Berta representa.

“Quiero vivir, hacer más cosas para  más personas. Quiero bailar, cantar, actuar. Ya sabes, uno de mis mejores recuerdos de esta campaña, fue cuando estaba haciendo campaña de puerta en puerta y una mujer anglo abrió la puerta, me escuchó un poco y luego dijo: ¡Una inmigrante! ¡Una mujer! ¡Una comunista! ¡Tienes mi voto!”

Con esa anécdota, y con Berta, riendo una vez más en voz alta, concluimos nuestra reunión.