Ilustración: Weshoyot Alvitre

“¡Dadme a vuestras rendidas, vuestras desdichadas,

Vuestras masas hacinadas anhelantes de respirar en libertad,

Los despreciados de tus rebosantes costas.

Enviadme a éstos, los desposeídos, basura de la tempestad.

Elevo mi antorcha junto al puerto dorado!”

Se ha levantado una justificable indignación en reacción al encarcelamiento de familias inmigrantes y la separación de padres y madres de sus hijos. Y ahora se está formando un movimiento de masas contra el racismo que ha lanzado el #45 con la política de ‘cero tolerancia’ de su gobierno, supuestamente creada para salvaguardar nuestras fronteras de una implacable invasión de inmigrantes ilegales.

No importa que estos inmigrantes sean seres humanos desesperados, huyendo de la opresión, el hambre o una posible muerte. No importa que puedan estar huyendo de las condiciones que EEUU ayudó a implementar por la fuerza en sus países invadidos, durante los últimos 100 años.

No importa que incluso la pandilla MS-13, la cual Trump utiliza para justificar sus crueles políticas de inmigración, también sea el resultado de los estragos en América Latina creados por la política intervencionista de los EEUU. Esas pandillas se formaron en este país, muchas de ellas al sur de California, después de una ola de inmigración de familias centroamericanas, que fueron desplazadas de sus países por las políticas intervencionistas extranjeras de los EEUU.

¡Estas familias, muchas de ellas sin padre, abandonaron sus países y no fueron acogidas en esta la supuesta tierra de los libres y hogar de los valientes! La mayoría de las pandillas se crearon como una forma de autodefensa, como protección de la vida callejera dura que los niños encontraron en un país nuevo y foráneo. Eventualmente, muchas pandillas se volvieron violentas y fuera de la ley.

Ilustración: Lalo Alcaraz

Los EEUU ayudaron a crear tales condiciones y fueron incapaces de proteger a quienes sufrieron las consecuencias. No importa las palabras impresas en la Estatua de la Libertad, citadas en la apertura de esta columna. Los acontecimientos recientes revelan su falsedad. Esas masas cansadas, pobres y amontonadas que anhelan respirar libremente no son abrazadas por la Dama de la Libertad. ¡Su antorcha no está encendida y no hay puerta dorada!

Sin embargo, una luz brillante apareció en esa estatua, iluminada el 4 de julio por una activista inmigrante llamada Therese Patricia Okoumou. Okoumou es una inmigrante de 44 años originaria de la República Democrática del Congo, que ese día subió a la Estatua de la Libertad en protesta contra las políticas antes mencionadas.

Dijo que no bajaría “hasta que todos los niños fueran liberados”. Se refería, por supuesto, a los más de 2 mil niños que fueron separados de sus padres en la frontera y confinados en jaulas.

La tolerancia cero es una política cruel e inhumana. Sus tres crueles e inhumanos creadores más visibles, quienes insisten en su implementación, son el presidente Trump, su ayudante Stephen Miller y su fiscal general, Jeff Sessions. Por supuesto, ¿qué se puede esperar de hombres que claramente han carecido de amor y empatía en sus vidas?

Para empezar, ¡Trump ni siquiera sabe cómo estrechar la mano de forma normal! Él se aprovecha de todos a su alrededor, ya sean grandes o pequeños. Al parecer nunca aprendió el significado de la humildad o del respeto. Miller proyecta desdén y amargura. Parece que, si se mordiera la lengua, moriría envenenado.

En cuanto a Jeff Sessions, se aferra de la Biblia para defender su maldad. En ella, siente haber descubierto que la ley está claramente por encima de la justicia. Pero aquellos con más experiencia en la Biblia que yo, dicen que sus citas son malas interpretaciones y verdades a medias.

Necesitamos formar alianzas multiculturales bien informadas en contra de estos hombres y sus malas políticas. En estos tiempos difíciles, cuando pareciera que estamos al borde del abismo, necesitamos crear una nueva conciencia. Necesitamos trascender nuestras diferencias y aprender de ellas. Nos necesitamos el uno al otro. Necesitamos aliados.

“Lo sabemos bien”, me dijo recientemente un amigo, “¡La gente de color conoce mejor su historia!”

No sé si estoy del todo seguro de esto. Necesitamos todos aprender nuestras historias, verdaderas y ocultas, desde los negros, a los blancos y los del medio… y tenemos que entender que la historia no es monolítica y que no solo se trata del pasado.

Todos podemos hacer una nueva historia, una historia multicultural. ¡Tenemos que intentarlo!

Eduardo Galeano, el célebre autor uruguayo, dijo: “Si el pasado no tiene nada que decirle al presente, la historia puede seguir durmiendo sin ser molestada en el armario donde el sistema mantiene sus viejos disfraces”.

Excavar “la historia secreta de la gente” puede que no sea un proceso cómodo. Muchos temen perder sus privilegios. Muchos simplemente le temen al gigantesco monstruo, pero tenemos que hacerlo, especialmente aquellos de nosotros que vivimos en las entrañas de este monstruo.

Finalmente, llegará el momento en que las palabras que adornan a la Estatua de la Libertad sonarán verdaderas. ¡Esos niños que todavía están retenidos en jaulas exigen nuestro esfuerzo!