Ilustración Gustavo Reyes

La activista ambiental indígena Berta Cáceres sabía que no llegaría a la vejez. Su país, con enormes recursos naturales —saqueados por la agroindustria, empresas mineras, madereras— tomaría represalias. La oligarquía corporativa hondureña, apoyada por el gobierno de los EEUU, que facilitó el golpe de estado en 2009, se encargó de ello.

Eso no impidió que defendiera el alma de su pueblo, los ríos, represas y bosques que se extienden por su país, su Madre Tierra. Ella no es distinta a las millones de mujeres que luchan por ellas mismas y sus familias, arriesgando sus vidas para cruzar las fronteras peligrosas, y los arriesgados viajes al norte, sur, este u oeste, huyendo de la guerra, del hambre, del patriarcado, de la milicia. Las causas fundamentales que impulsan la migración provienen de las políticas comerciales de los EEUU, el neoliberalismo, la guerra contra las drogas, del legado del colonialismo y la relación económica entre los países globalizados del Norte y el Sur.

En el Día Internacional de la Mujer y durante todo el Mes de la Mujer, las mujeres y sus aliados se reúnen para denunciar centros de detención y cárceles, para rechazar la penalización y la expulsión de las comunidades de inmigrantes, así como la violencia y el abuso del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) en los centros de detención de privados, cuya financiación se basa en el número de camas que son llenadas.

El sistema corrupto de cuotas del ICE, junto con muchos otros factores, como la xenofobia, ha impulsado una estrategia cada vez más agresiva para el control de la inmigración.

En varios estados, las redadas se han dirigido a las mujeres y niños que han enfrentado y huido de la violencia y de agentes que irrumpen en sus hogares. Este ataque criminal a familias inmigrantes es una guerra contra las mujeres y al derecho a la supervivencia. Las trans-mujeres, y mujeres víctimas de la violencia y de la violencia doméstica y madres de clase trabajadora han sido y continuarán siendo atrapadas como criminales, sufriendo el encarcelamiento y deportación masivos en todo el país.

Más del 60 por ciento de las mujeres con hijos son llevadas a procedimientos de deportación cada año; muchas no tienen acceso a representación legal dada su marginación económica. A las mujeres trans se les niega el tratamiento médico y se les coloca en régimen de aislamiento en los centros de detención. La mecánica de deportación es el último eslabón de una cadena de política exterior de los EEUU de intervención económica y política, la explotación laboral y la degradación ambiental que destruye el medio de vida de las mujeres obligándolas a migrar.

A medida que se exigen cambios en las políticas de inmigración que las encarcelan y deshumanizan, las inmigrantes se mantienen a la vanguardia en la lucha contra la deportación y la criminalización, siendo constructoras de una visión de bienestar social para todas las comunidades de la clase trabajadora.

Como Grassroots Global Justice (de la que soy orgullosa miembro) establece:
“Tenemos que luchar contra la derecha [el ala y sus políticas] y desafiar la cultura del miedo y el odio, así como las condiciones y políticas militares y económicas que establecen el escenario para la represión y prácticas inhumanas como el asesinato de nuestra querida hermana Berta”.

Berta se mantuvo de pie por los derechos humanos, a favor de las comunidades indígenas y de las mujeres. Era una feminista e internacionalista, firme en medio de grandes obstáculos. Dio hasta el último latido de su ser por la defensa contra grandes injusticias. Que su muerte impulse a las mujeres y aliados en todo el mundo a ponerse de pie, sin miedo y exigir justicia.

—María Poblet,
directora ejecutiva de Causa Justa