Piscina Sur del Memorial Nacional del 11 de septiembre en la ciudad de Nueva York. South Pool of the National September 11 Memorial in New York City. Photo NormanB; Courtesy Wikimedia Commons

En la mañana del 11 de septiembre de 2001, iba caminando hacia la escuela y al llegar, uno de mis mejores amigos me dijo: “¿Escuchaste? Nos están bombardeando”. No podía comprender lo que me estaba diciendo y tampoco ayudó el que siempre lo he considerado bromista, por lo que creía que estaba jugando. Entre a mi clase del primer periodo de matemáticas; la profesora nos iba a aplicar un examen. A medida que iba pasando los exámenes, la directora de la escuela, anunció a través del altavoz lo que había pasado en Nueva York. Concluyó su mensaje informando la suspensión de las clases y nos mandaron a todos a nuestras casas. Me dije: “¿Qué podría ser tan catastrófico para que se suspenda la escuela?” Regresé a casa y me reuní con mi mamá y mi tía, quedamos como hipnotizados por las imágenes que veíamos en la televisión. Vi el colapso de las torres gemelas y el Pentágono siendo atacado, no podía creer o comprender lo que estaba sucediendo. Sabía que iríamos a la guerra muy pronto.

Como entusiasta de la historia, no pude evitar recordar el famoso discurso de investidura del presidente John F. Kennedy en 1961, como una respuesta a los desafíos que el país enfrentaba en ese momento. Concluyó su discurso dirigiéndose al pueblo estadounidense al que le dijo no preguntarse lo que el país podría hacer por nosotros, sino lo que podíamos hacer por nuestro país.

La raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre respondió a esa pregunta: sentía que tenía que cumplir con mi deber patriótico y enlistarme en el ejército. Elegí la Marina de los EEUU, por la causa que defienden y porque era la más difícil de todas las ramas. Mi decisión fue resultado de lo que sucedió esa mañana de septiembre y el recuerdo de cómo me sentí al ver las imágenes del World Trade Center, el Pentágono y el campo en Pennsylvania. Como cualquier joven de 17 años semi informado de los asuntos nacionales e internacionales, creía que nosotros, como país, debíamos responder. Puesto que mi último año en la secundaria concluía en la primavera de 2003, el cambio de la política exterior de los EEUU desde Afganistán hasta Irak parecía irracional, incluso para un joven como yo, seguía creyendo que era una parte importante de la ‘Guerra contra el Terror’ global.

Como infante de marina, el desplegarse a una zona de combate era símbolo de prestigio. Similar al atleta que entrena toda su vida para jugar, pero que no puede formar parte del equipo por estar esperando en el banco todo el tiempo, vi a compañeros ir a Irak durante algunos años y quería hacer lo mismo. Un período de servicio en Irak era inevitable y mi tiempo llegó en 2008. La unidad, que era una parte de desplegados en la provincia de Al-Anbar, al oeste de Irak, tenía como deber principal el brindar seguridad a nuestra base y a los pueblos cercanos. Estoy muy orgulloso de mi servicio. En cuanto a mí y a mi familia, mi ida a Irak aunque fue un momento difícil, al final fue lo mejor. Mi experiencia en la Marina me abrió la mente a un nuevo conjunto de preguntas que todavía estoy tratando de responder con respuestas lógicas.

A medida que nos acercamos al treceavo aniversario de los ataques del 11 de septiembre, sigo intentando responder a la pregunta de John F. Kennedy, aunque ahora con una respuesta más informada. Mi respuesta a dicha pregunta fue enlistarme en el ejército a los 17 años de edad; mi respuesta a la misma pregunta ahora con 29 años de edad, sería que no nos dejemos llevar por las identificaciones superficiales de la política o las naciones; ellos no resuelven las preguntas importantes sin sacrificar las libertades. Como pueblo de los EEUU, debemos cuestionar los procesos y métodos que usamos para tratar de conseguir soluciones. Es mucho más importante buscar las preguntas correctas, ya que nos pueden dar la mejor respuesta. Y eso es lo que podemos hacer por nuestro país.