Chile ha vivido una demostración de auténtica defensa de sus valores democráticos. Ha sido la participación más grande y numerosa en nuestra historia; un terremoto político, un tsunami nacional; una respuesta a la contaminación de una enferma democracia que hemos vivido por los últimos cincuenta años y que llegará a su fin. 

Una democracia más representativa y participativa está por nacer. Ninguno de los políticos tradicionales, puede atribuirse el triunfo del plebiscito que hemos vivido en las últimas horas. Por lo contrario, ha sido un voto de castigo para ellos, para los partidos, para el gobierno y las instituciones que se cobijan y han convivido con la Constitución que elaboró Jaime Guzmán para la dictadura militar. Constitución que ha favorecido siempre a aquellos que han acaparado el poder político, económico y militar desde la fundación de Chile (con la excepción de los mil días del gobierno de Salvador Allende). Hoy, el ex-presidente estaría orgulloso de haber sacrificado su vida para ver al hombre y a la mujer nuevamente caminar airosos y desafiantes por las grandes avenidas de Chile, reclamando sus derechos legítimos. 

El triunfo de la opción Apruebo es una demostración que el país no aceptará las mismas reglas del juego que favorece a la derecha, esa que rechazó la opción por una nueva constitución y su fórmula de Asamblea Constituyente, ha sido derrotada, pero estará reuniendo fuerzas para estar en el debate por una nueva. Estarán allí para defender sus intereses políticos y económicos, aterrorizando y contaminando como siempre, tal como fue su campaña de terror para este plebiscito.

El resultado de la consulta nacional cercano al 78% del Apruebo y 22% del Rechazo, demuestra una respuesta clara del pueblo consciente de nuestro país. Se puede además visualizar con certeza las comunas que están en contra de estos cambios, en las cuales viven los que son y han sido los privilegiados de un sistema injusto, voraz, discriminatorio, clasista y racista, en esas tres comunas de la parte oriente de Santiago de Chile, cuna del Rechazo, rechazo a cualquier cambio que pueda alterar sus sistemas de vida, sus privilegios, su forma de construir sus defensas en detrimento de la gran mayoría de la ciudadanía; también por allí viven muchos de los que viajaron cómodamente por el camino de la transición hacia la democracia después de la dictadura, políticos, cientistas de lo político, periodistas que han alabado el sistema, pseudo fascistas, seudo demócratas, coalicionistas económicos, evasores de impuestos, notarios, conservadores de bienes raíces, todos aquellos con salarios obscenos, de privilegios en este burocrático y enfermo sistema nacional. 

Chilenos continúan protestando contra el gobierno de derecha del presidente Sebastián Piñera, el 8 de noviembre de 2019. Cortesía: Nicole Kramm

El estallido social se trata de eso, de una explosión social, de un terremoto político, de un tsunami que se inició el 18 de octubre de 2019, y dijo: ¡Basta, no soportamos más este sistema que depreda contra todos los valores de la convivencia nacional, nos traicionó la dictadura, nos traicionó la transición, nos traicionan todos los días, nos traicionan siempre los mismos de siempre! Y entonces se ha producido el movimiento más grande en contra del sistema imperante jamás visto en la historia reciente de Chile, con pasión, con amor, con compromiso y también con violencia, cuestionada y descontrolada violencia, pero si no hubiese sido así, no tendríamos hoy los resultados de este plebiscito que ilumina un camino, arduo, difícil, lento, que nuestro país tiene que andar para conseguir una Carta Magna Constitucional que albergue a todos y todas las personas dignas que habitan nuestro territorio. Llegar a un consenso constitucional será una tarea difícil, llegar a un acuerdo nacional, a un nuevo pacto social, será tarea titánica, pero este pueblo movilizado no aceptará componendas de cocina, arreglos circunstanciales de política inmediatista para beneficios personales. 

Este país ha dicho basta y ha echado a andar un acuerdo donde el ser humano sea el más importante y único protagonista de su propia historia. Este país ha dicho basta a los políticos, a los partidos, al congreso, a la iglesia, a los militares, a la policía, al gobierno. Todos ellos tendrán que demostrar que son dignos de que se les respete y se acepte su autoridad en el futuro. Este país ha dicho basta en nombre de todos aquellos que lucharon en contra de la dictadura sus organizaciones de solidaridad, los que murieron por la dictadura, los asesinados y desaparecidos, sus viudas y huérfanos, los mártires, como el presidente Salvador Allende, el General Schneider, el General Pratt, el Canciller Orlando Letelier, el presidente Eduardo Frei Montalva, los miles de presos políticos, los miles de desterrados con sus familias, los inocentes que nacieron en un exilio involuntario, que han demostrado con su voto en este plebiscito su compromiso con la patria que los valora y que les ha permitido expresar su opinión con su voto, el resultado ha sido mayoritariamente favorable al Apruebo por una nueva Constitución. Constitución de fe, esperanza y respeto por los valores de humanidad que deberá condicionar todo actuar político en el futuro. 

Al observar el resultado del plebiscito en nuestro territorio tanto así como de los países donde nuestra nación está representada por chilenos con responsabilidad social, podemos intuir que el país está en una senda de liberación de las trabas ancestrales que hemos heredado de un antiguo sistema depredador que trajeron los europeos. 

Se tendrán que revisar los derechos del agua, los derechos de los pueblos originarios, los derechos a la educación, al trabajo, a la vivienda, a una pensión justa, a una jubilación digna, a la salud para todos y todas, regular la explotación de los recursos básicos en la minería y del mar, respetar el medio ambiente como un derecho inalienable, tanto así como los derechos humanos. Se tendrá que discutir en el nuevo proceso constituyente todo lo que tenga que ver con nuestra forma de entender nuestra humanidad, nuestros derechos, nuestros deberes y nuestro amor por nuestra nación. Es una deuda con el futuro, con los hijos y los hijos de nuestros hijos e hijas. Es una inmensa tarea que será majestuosa como nuestra cordillera y será también agitada como nuestro mar.