Mientras Suzanne Llewellyn estaba parada en la colina con vista al río Gualcarque, el mismo río sagrado lenca que la ambientalista hondureña Berta Cáceres arriesgó su vida por proteger, supo que tenía una historia que contar.

Pero, ¿cómo contarla?

Berta fue asesinada en marzo de 2016 cuando hombres armados, que operaban bajo las órdenes del proyecto de la presa que amenazaba al Gualcarque, asaltaron su casa. Seis meses después de su asesinato, Llewellyn, que vive en Walnut Creek, se encontraba en Honduras como parte de una delegación de derechos humanos, protestando por la privatización de una carretera y visitando la aldea lenca que Berta juró proteger.

“La noche que regresé, estaba acostada dando vueltas en la cama y preguntándome cuál sería la mejor manera de compartir esta historia”, dijo Llewellyn. «Y lo que me vino fue el deseo de llegar a lxs niñxs, que tienen una comprensión instintiva y fundamental de la justicia».

 Llewellyn, quien tiene una maestría en educación,  tomando prestada su experiencia como profesora en una escuela al centro de Chicago, se despertó a la mañana siguiente y elaboró el primer borrador de lo que se convertiría en Berta Saves the River / Berta salva el río, un libro infantil bilingüe ilustrado por el artista y periodista hondureño Luis Chávez, que cuenta la heroica historia de Berta a través de los ojos de una niña, Ana.

Portada del libro infantil Berta salva al río, de la autora Suzanne Llewellyn.

El libro captura una historia demasiado familiar para las Américas. Las imágenes coloridas y las ilustraciones suaves cuentan la historia de la extracción capitalista de una manera que es fácil de entender para lxs niñxs. A través de Ana, una joven lenca, se centra y amplifica la experiencia de las comunidades indígenas y su constante lucha contra el robo de tierras y recursos.

“Los Lenca creen que en el río viven espíritus de niñxs. Los aldeanos van todos los días a jugar, bañarse y hablar con los espíritus”, se lee en un pasaje del libro.

Y una vez que la comunidad de Ana en Río Blanco se entera de que un proyecto de represa respaldado por una poderosa empresa planea robar el agua de su comunidad, le piden ayuda a Berta quien vive en un pueblo llamado La Esperanza . Y es la esperanza lo que Berta lleva a donde quiera que ella va.

El libro, que marca el debut como escritora de Llewellyn, se publicó en junio de 2021, pero esta obra que tardó cinco años y medio en publicarse, tiene su propio viaje desgarrador. Y ese viaje comenzó con una pregunta crítica: ¿Era apropiada la historia de un protector de agua indígena para que la contara una persona blanca?

El mundo literario está plagado de ejemplos de autores blancos lanzándose en paracaídas hacia culturas y comunidades desconocidas y ayudándose de ellas para contar historias que no son suyas.

“Comprendí la necesidad de que el pueblo hondureño se apropiara de este libro”, dijo la autora. «No me sentía bien como blanca, extranjera, al entrar y robar la historia de su heroína». Así comenzó el lento pero necesario proceso de obtener el permiso adecuado de la madre de Berta y otros activistas hondureños para contar su historia.

Llewellyn se puso en contacto primero con José Artiga, director ejecutivo de Share Foundation con sede en Berkeley, que organizó la delegación a Honduras de la que formó parte Llewellyn. Aproximadamente un año después, ella se unió a un equipo que escoltaba al padre Ismael ‘Melo’ Moreno —conocido por ser objetivo de asesinato por su trabajo para Radio Progreso—, desde Washington DC a Honduras. Fue en el aeropuerto cuando Llewellyn tomó de su bolso la copia traducida de su libro y se la entregó al Padre Melo. Dos días después, el padre junto con Artiga, se acercó a Llewellyn.

“Me sorprendió mucho que dijera: Me encantó y desearía haberlo escrito yo mismo”, recordó Llewellyn. Pero antes de proseguir con la publicación de la historia, la autora necesitaba una última bendición, la de la madre de Berta. Aproximadamente seis meses después de entregar su borrador al Padre Melo, Llewellyn estaba en otra delegación en Honduras. Después de modificar su itinerario, se encontró cara a cara con la madre de Berta y finalmente obtuvo su bendición.

Suzanne Llewellyn, autora del libro para niñxs Berta salva al río, junto a la madre de Berta Cáceres, Austra Bertha Flores López. Cortesía foto

Y así comenzó la incursión en el mundo de la edición en el extranjero, que se complicaría con una pandemia y dos huracanes devastadores. A pesar de que su impresor original en Honduras cerró debido a la COVID-19, se imprimieron y distribuyeron dos mil copias entre el pueblo hondureño. El Padre Melo, según Llewellyn, tiene la esperanza de que el libro se incorpore al currículo escolar de ese país.

El libro ahora está disponible para los lectores de los EEUU. Llega en un momento oportuno. Parte del compromiso de Llewellyn con la justicia social en Honduras es abogar por una legislación en el Congreso que limite la ayuda estadounidense a aquel país misma que contribuye a la corrupción del gobierno y la opresión de su pueblo.

“Se supone que no debemos enviar ayuda para seguridad a un país que no cumple con los estándares de derechos humanos ni con el estado de derecho”, dijo la autora. Cuando la vicepresidenta Kamala Harris abordó en julio las causas fundamentales de la migración desde Centroamérica, Llewellyn señaló que convenientemente se omitió un componente crítico: “A menos que dejemos de armar a la corruptela de Honduras, es inútil y engañoso decir, ‘Oh, la gente está huyendo de la violencia y la pobreza’. Pero, ¿qué está causando la violencia y la pobreza? Es la capacidad del gobierno y el hecho de no responsabilizar a nadie por sus crímenes”.

En diciembre de 2019, siete hombres fueron declarados culpables y condenados a prisión por el asesinato de Berta. Pero en julio pasado, un tribunal hondureño también encontró a Roberto David Castillo Mejía —un graduado de West Point en 2004 y ex director de Desa, el proyecto que construye la presa— culpable de planear el crimen.

“Me sorprende la fortaleza y el coraje de la familia para perseguir y no solo detenerse con los primeros [arrestados], sino perseguir a las personas que dieron la orden”, dijo Llewellyn. “Creo que cada paso en esa dirección es una victoria. Solo aplaudo [a la familia] y estoy asombrada de su capacidad para maniobrar a través de esto y no ser asesinados”.