Es doloroso ver el video en que Vicha Ratanapakdee, de 91 años, es empujado al suelo y asesinado. Así como también duele ver continuamente videos similares de violencia aparentemente aleatoria, brotando en todo el país. Duele lo suficiente como para grabarse en la memoria, en uno de los años más devastadores y traumáticos de la historia.

Resulta particularmente doloroso mirar a través del lente de un miembro de una sociedad que, literalmente, acaba de experimentar un ajuste de cuentas colosal sobre las divisiones raciales; una sociedad que no es ajena a las minorías atacadas ni a las diversas formas de violencia aleatoria y masiva. Es difícil ver a un miembro de esa sociedad, cuyo pasado y presente está incrustado con el racismo y la xenofobia, revitalizarse por una administración presidencial racista y durante una pandemia.

Muchos noticieros rápidamente etiquetaron esos eventos como un «aumento en los crímenes de odio contra los estadounidenses de origen asiático en todo el país» y los empataron con rostros de color tratando de inculparlos. En febrero, por supuesto, en plena intersección del Mes de la Historia Negra y el Año Nuevo Lunar. Además de atraer la atención nacional y de celebridades por la irrupción de este odio, motivó el llamado a la solidaridad negra y asiática. Aunque en realidad existe poca evidencia que demuestre que estos ataques fueron por motivos raciales.

Estos clips son instantáneas breves y horribles que parecen fáciles de entender, pero terminan conduciendo a una historia más larga pero fragmentada: clips vagos y descontextualizados, invitando al espectador a completar la información faltante. Algunos vieron los videos como la historia de una población vulnerable siendo atacada, una escalada extrema de odio hacia los estadounidenses de origen asiático, que durante mucho tiempo han sido vilipendiados y oprimidos. Muchos estadounidenses de origen asiático vieron ese video como la gota que colmó el vaso y se sintieron inspirados para luchar contra algo que ha persistido demasiado. Mientras que otros lo vieron como una oportunidad para mostrar su anti negritud y, nuevamente, convertir en chivo expiatorio a otra comunidad minoritaria.

Los temas de raza y racismo no deben minimizarse, aunque no sean el panorama completo

Es natural ver los videos y disgustarse, sentir una repulsión visceral por la simplemente horrenda violación de la decencia humana. Creo que es noble estar enfurecido, sentir el llamado a la acción, anhelar cambios y exigir resultados inmediatos. Pero ante la obviedad de la raza en juego, puede ser fácil enfocarse solo en eso, sin pensarse más allá, y correrse el riesgo de perder de vista la realidad profunda y amplia de la situación.

Los temas de raza y racismo no deben minimizarse, aunque no sean el panorama completo. ¿Qué pasa si preguntamos algo más que solo su país de origen y el color de su piel en la historia? Por ejemplo, el patrón de un aumento de robos y asaltos en los barrios chinos cada Año Nuevo Lunar; o sobre el historial de enfermedades mentales y antecedentes penales del hombre que mató al Ratanapakdee, Antoine Watson; o el impacto de la extrema tensión financiera tras el colapso económico que millones están sufriendo actualmente en este país.

Illustration: Kristina Micotti

La historia que no se cuenta aquí es la de un país rico en donde abunda la pobreza, la disparidad racial, la desigualdad de clase, las comunidades de minorías interraciales, desesperadamente desatendidas, con una cultura que carece de atención, recursos y protección para sus miembros más vulnerables. Estos factores no se pueden eliminar de la historia porque forman el tejido de la sociedad que es escena y escenario a la vez. Necesitamos ver el contexto de la historia como un todo, para comprenderla realmente.

Un video de un oficial arrodillado sobre el cuello de George Floyd es lo que se necesitó para movilizar al público para finalmente crear un cambio y conciencia sobre el grado de racismo en nuestro país. Pero ese video solo rasca la superficie de una profunda historia y cultura de violencia, odio y opresión racial contra los afroamericanos. El efecto perjudicial de esa historia abarca y supera el alcance de la brutalidad policial justa por sí sola.

Si estos terribles videos virales son lo que se necesita para finalmente traer visibilidad a la comunidad AAPI, para romper algunos mitos de las minorías modelo, entonces, por supuesto, agradezco el apoyo. Los crímenes de odio contra la AAPI recién ahora están comenzando a enfocarse y la respuesta de apoyo y solidaridad mostrada por tantos ha sido alentadora. Esta es una gran oportunidad para sembrar sanación y solidaridad entre todas las minorías y grupos raciales en este momento, pero no podemos detenernos allí.

Como nación, estamos sufriendo mucho. Todos hemos experimentado o pasando por algún tipo de trauma. Somos sensibles al ver a otros que son vulnerables, estamos hartos de presenciar el odio y el racismo, y tenemos hambre por denunciar esas fuerzas cuando las vemos.

Pero los estadounidenses de origen asiático no son las únicas víctimas aquí, todos lo somos. No solo estamos fallando en la curación de las divisiones raciales, estamos fallándole a las comunidades de bajos ingresos, cantidades masivas de ciudadanos sin vivienda, al no brindar ayuda a la salud mental, a nuestros ancianos, vulnerables, marginados y oprimidos, y al no construir fuertes lazos en nuestras comunidades. Debemos tener en cuenta todas esas fallas y deficiencias sociales que llevan a un individuo a cometer un crimen.

Puede ser peligroso y engañoso reaccionar de forma instintiva. En cambio, al mantener una mentalidad comunitaria, podemos ampliar nuestra perspectiva para apreciar con precisión cuáles son los problemas, evitar errores del pasado y permitirnos responder con soluciones verdaderamente productivas que construyan una comunidad más segura y más receptiva para todos.