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Crecí en la Misión, donde las obras de la artista de renombre internacional, Juana Alicia, acunaron mis experiencias hasta bien entrada mi juventud.

Antes de que pudiera leer las señales de la calle, una mirada a la gran pared azul que más tarde conocería como el mural ‘La Llorona’, ubicado en las calles 24 y York, sirvió como uno de los puntos visuales de mi panadería favorita, La Victoria, a la vuelta de la esquina.

Los murales de Alicia son parte integral de la Misión. Adornan edificios, cuentan historias e iluminan el barrio. Originaria de Nueva Jersey, Alicia creció en Detroit, y se salía de la escuela para contemplar los murales de Diego Rivera en el Detroit Institute of the Arts. Hipnotizada e inspirada, Alicia construyó sus habilidades haciendo pósters e ilustraciones.

“Los murales de Rivera me dijeron que esto era algo que podía hacer”, dijo. “Las demandas de los movimientos sociales a mi alrededor me estaban llamando”.

Reclutada por César Chávez para unirse al movimiento de la United Farm Workers (UFW) durante los primeros años 70, Alicia se trasladó a Salinas donde trabajó en los campos. A principios de los 80 se mudó al Distrito de la Misión en San Francisco, donde comenzó a exhibir su trabajo.

“Mi acceso a materiales y espacios ha cambiado a lo largo de los años, por lo que es mucho más fácil diseñar e imprimir carteles que crear un mural de cinco pisos”, dijo. “Mi viaje ha visto un acceso gradual a grandes espacios públicos, donde he ganado la confianza en mí misma para hacer un gran fresco o pintura. Mi consistencia ha requerido un cierto nivel de profundidad, confianza y experiencia”.

Durante la década de 1970, Balmy Alley se convirtió en el lugar de nacimiento de los murales PLACA, a través de los cuales se expresaron sus críticas a la intervención militar estadounidense en Centroamérica. Su trabajo y participación con el colectivo PLACA atrajo la atención del gobierno nicaragüense, que le solicitó la realización de murales similares en Managua.

Mientras lamentaba mi frustración por ser parte de un pequeño grupo de estudiantes latinos en la secundaria particular ubicada en Pacific Heights, Balmy Alley sirvió como un espacio seguro a mis experiencias de aislamiento, y ello afirmó mi identidad centroamericana.

El primer mural de esta artista, ‘Las Lechugeras’ (ahora reemplazado por su notable mural ‘La Llorona’), se inspiró en su experiencia en Salinas e ilustra a una recolectora de lechuga embarazada debajo de un pesticida que llueve del cielo. Su proyecto mural más reciente, ‘Derrame’, también es paralelo a los sentimientos detrás de su primera pieza: la de la privación de los derechos ecológicos que muchas comunidades de color enfrentan. ‘Derrame’ fue concebido como una respuesta al derrame de petróleo del Golfo de México ocurrido en 2010, y desde entonces, se ha dedicado a la resistencia contra el Dakota Access Pipeline en la Reserva de Sioux Roja.

“Mi comentario sobre la sacralidad y la profanación del agua no es nada nuevo”, dice Alicia. “Como las mujeres y las personas de color, a veces hay la expectativa de dar prioridad a una sola punta de nuestras identidades o nuestros intereses, pero parece tan injusto cuando todo está entrelazado. Las cuestiones están íntimamente conectadas. Todo se relaciona”.

Habiendo sido expulsada del Distrito de la Misión y ahora viviendo en Berkeley, señala la gentrificación como un gran ejemplo de su interseccionalidad con el medio ambiente y las comunidades de color.

“La idea de interseccionalidad es muy grande”, dice Alicia. “Mira la gentrificación, eso se convierte en una cuestión ambiental. ¿A dónde nos empujan si tenemos que dejar San Francisco u Oakland? Nos empujan a lugares donde no tenemos mucho poder político ni influencia”.

Después de haber trabajado con varias mujeres y en varios movimientos de liberación, y de servir como figura legendaria del movimiento chicano de los años 70, reflexionó sobre el feminismo contemporáneo y sus lazos con la privación del derecho al medio ambiente, ambos temas reflejados en sus obras.

“En este momento, después de las luchas que surgieron de los años 60 a los 90, las mujeres de color son mucho más conscientes del peligro de ser absorbidas por la presentación que los medios de comunicación hacen del movimiento de mujeres como un ‘movimiento blanco’. Nunca ha sido un movimiento totalmente blanco”, dice Alicia. “Si no tratamos asuntos ambientales, todos los demás temas son mudos. Es importante volver al arsenal de que lo político es personal y lo personal es político. A veces se nos dice que sumergimos una identidad para sobrevivir en el lugar de trabajo, para no interrumpir el paradigma que nos rodea. Todos los temas son como una red: están conectados”.

Como la única profesora latina en el City College de Berkeley; fundadora y directora del proyecto True Colors Mural, pronto se retirará y está buscando a una persona con un MFA para continuar su legado.

“Me estoy re-cableado, no retirándome”, insistió Alicia, pero una vez que se retire de la enseñanza, seguirá haciendo trabajos de estudio y diseños de mural, y está interesada en hacer residencias en todo el país y el mundo. Berkeley y Yucatán servirán como su base, pero ella está dispuesta a hacer proyectos en todas partes.

Su última exposición antes de trasladarse a México se estrena el 15 de abril en la Galería Juan R. Fuentes de Acción Latina, titulada ‘Agua sagrada, calles de la ciudad: el arte de Juana Alicia’. Celebrando su legado muralista, la exposición mostrará más de veinte dibujos originales, murales y pinturas que constituyen la carrera artística de Alicia. Junto a su colección de obras, también se incluirán ilustraciones de su próximo libro, La X’tabay.

El legado de esta artista me ayudó. Aprendí a nadar y pasé mis veranos dentro de la piscina ubicada en la calle 19 y Valencia, cuya fachada está adornada con el ‘Nuevo Árbol Mundial de la Vida’. A dos cuadras de nuestra casa en la calle Lexington, el mural ‘High Fire’, que ya fue removido, sirvió de apoyo visual a mi madre para explicar por qué ella, como muchos inmigrantes, huyó de Centroamérica. El Edificio de la Mujer, sede del mural ‘MaestraPeace’, ha sido lo suficientemente apropiado para estar ahí, al ser recinto entre otras cosas, de innumerables quinceañeras.

Las obras públicas de Alicia han resonado no sólo para mí, sino también para innumerables personas y comunidades alrededor del mundo. Su arte refleja una educación que se ha extraído del libro de texto americano, que transmite un discurso en el cual las mujeres y la comunidad latina son héroes y vanguardia de movimientos sociales. La paleta de Juana Alicia, junto con su arma de protesta que es su brocha, han ilustrado sus experiencias y expresado sus convicciones.

Agua sagrada, calles de la ciudad: el arte de Juana Alicia se inaugurará el sábado 15 de abril de 7 a 10 p.m. La exposición se exhibirá hasta el 26 de mayo.