Malaquías Montoya en su estudio con su obra “El Picket Sign” expuesta. Montoya ha dedicado su vida a informar y educar a la gente sobre el arte de la protesta, que representa la resistencia y la fuerza de la humanidad frente a la injusticia y la necesidad de unirse en la lucha.

Hay un mensaje detrás de todo lo que ha creado en los últimos 40 años como artista y educador: serigrafías, pósteres y bocetos. Todas sus obras reflejan temas de injusticia, resistencia, fuerza y lucha internacional.

“Cuando alguien pinta el color rojo, algunas personas ven sangre, otras hermosas rosas o una mancha de pizza. En el trabajo que yo hago, quiero ser tan claro como pueda sin provocar malentendidos”, dice Malaquías Montoya, profesor emérito del la universidad de California en Davis.

Su trabajo ha sido mostrado por todo el país, desde universidades hasta iglesias. Se le considera precursor de la serigrafía en el arte chicano. La serigrafía para pósteres, nacida a mediados de los años 60, se convirtió rápidamente en un medio popular de expresión entre los progresistas, por su representación de temas relacionados con la justicia social y la política.

“Como artista chicano siento la responsabilidad de que todo mi arte debería ser una reflexión sobre mis creencias políticas, un arte de protesta”, dice Montoya.

El impacto del trabajo de Montoya ha llegado a miles de personas, entre ellos activistas relacionados con la huelga de la uva de filipinos y chicanos, la tercera huelga mundial de 1969, la crucial fundación del Frente de Liberación del Arte Mexicano-Americano (con miembros como el fundador de la Galería de la Raza, René Yañez). Esta gente se encuentra entre los pocos que usaron el trabajo de Montoya para enriquecer sus respectivos movimientos en pro de la justicia social.

“Fueron tiempos muy emocionantes para mi, porque podía hablar sobre injusticias a través del arte y ser muy elocuente al respecto”, dice Montoya, quien poco después decidió continuar sus estudios en la universidad de California en Berkeley. “La huelga de la uva de los filipinos uniéndose a la de los trabajadores del campo en Delano fue realmente emocionante, porque de repente, era sobre nosotros, era sobre mis padres y la gente que conocía.”

Arte en el frente

“Todo mi trabajo se inspira en mi pasado como trabajador del campo y mi identificación con la clase trabajadora”, dice Montoya. Nació en Alburquerque, Nuevo México, en una familia de agricultores que viajaban entre Nuevo México y Fresno, California, dependiendo de la temporada de cosecha.

Montoya prefiere exhibir su trabajo en escuelas o sitios accesibles a las personas “en los márgenes de la sociedad”, y restringir la exhibición en galerías y museos. Montoya explica que su trabajo no busca notoriedad, que sin embargo quiere reflejar las limitaciones que la gente marginal debe superar, así como su filosofía como educador y su modo de vida —lo que considera “tiempo de estudio”.

“La mayor contradicción que tienen los artistas es que quieren ser reconocidos, famosos artistas dentro del (estatus quo). Pero el sistema no te va a dejar hablar (negativamente) sobre ellos y hacerte famoso. Si tu arte no vende tienes que hacerlo apetecible para la audiencia, y muy pronto te encuentras haciendo cultura, exotismos y cultura sin política. Es aceptable porque no molesta a nadie, no reta a nadie. Ésta es una de las cosas que debemos tener en cuenta”, añade Montoya.

Según Montoya, la cultura en una determinada sociedad depende de la capacidad de sus miembros para desarrollar su potencial. Si los miembros de la sociedad no tienen la oportunidad, es difícil establecer una democracia o una cultura.

Con fuego en la mirada, puntualiza que la juventud debería entender el trabajo a su alrededor y esforzarse en interpretar su funcionamiento. Cuanto más sepas sobre el mundo, más grande será tu vocabulario y más será lo que tengas que decir.

“Nuestra juventud y tantos de nosotros estamos ya en una prisión debido a todas las distracciones que tenemos. Sí, puedes ir a una manifestación (vivimos en una sociedad que te permite ser revolucionario por la mañana y por la tarde puedes disfrutar de todos los vicios que ofrece el capitalismo. Eso sí que es una contradicción”, dice Montoya.

Formando mentes, clase a clase

Después de la tercera huelga mundial de 1969, la universidad de California en Berkeley ofreció a Montoya una posición como profesor de estudios chicanos que aceptaría. Luego fundaría ‘El Centro Chicano’ en la Universidad de Stanford —un lugar para enseñar a los estudiantes a examinar críticamente el contexto de la sociedad estadounidense en relación con la historia y cultura de México, así como las tendencias políticas que afectan a la comunidad chicana. Les enseñó cómo el arte puede movilizar a la comunidad.

Montoya pasaría los siguientes 40 años enseñando en varias instituciones de educación superior como el California College of the Arts & Crafts, la universidad de Notre Dame, la de Stanford y la universidad de California en Davis, donde trabaja actualmente como profesor de arte.

Montoya dice que “todos los días tengo entre 30 y 40 alumnos, y es mi trabajo concientizarlos sobre las injusticias que están ocurriendo; y para alguien que cree en la justicia social, es un gran sitio para estar”, dijo.

El fuego interior

El impulso detrás del trabajo de Montoya no es monetario. Se niega a vender su trabajo por lucro, la mayor parte del tiempo lo regala. Se aprovecha de lo que considera triunfos del espíritu humano: cartas que recibe de sus estudiantes, profesores o encuentros fortuitos con admiradores de su trabajo.

Montoya cuenta una historia de un hombre que conoció en una exposición de arte en el Berkeley Art Center que estaba mirando una obra que había creado en 1969 en pro de la liberación de prisioneros de San Quintín. Trabajos de arte relacionados con la pena de muerte que ocasionalmente viajan en una exposición llamada ‘Premeditado: Meditaciones sobre la pena de muerte, obras recientes de Malaquías Montoya’.

El hombre se acercó a Montoya y le explicó lo que la obra significó para él: una historia relacionada con un trozo de cartón doblado que se pasaban unos a otros en la prisión.

“Fue un momento muy emotivo para mi”, dice Montoya.

“Mi trabajo trata temas que nos afectan a todos, especialmente a aquellos que viven en los márgenes. Quiero que mi trabajo fortalezca, que sea un arte acusatorio. Que acuse a cualquiera responsable de los crímenes que se cometen”, dice Montoya de su trabajo y mensaje.”(Pero no solo quiero mostrar) quién es responsable, sino cómo podemos resolver el problema. No puedes conseguir todas esas cosas a la vez, pero esperas que tu arte pueda conmover a la gente para que quieran cambiar y (puedan tener) la oportunidad de cambiar”.

—Traducción Vene García