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Frágil y sentado en su silla de ruedas, pero elegante como siempre, Peter Rodríguez miró con agradecimiento a la gran multitud reunida en el Fort Mason el 19 de noviembre para celebrar el cuadragésimo aniversario del Museo Mexicano —institución que ayudó a construir.

Pero la gente también estaba allí para celebrar a Rodríguez.

“No sabía que fuera tan bueno”, bromeó Rodríguez, de 89 años de edad, batallando para hablar entre tos. “Me siento genial por esto”.

Y debería.

Fundador del primer museo de la costa oeste dedicado al arte latino, chicano y mexicano, el trabajo al que Rodríguez ha dedicado su vida estará en exhibición hasta el 20 de mayo de 2016, como parte de la última exposición del museo: Vida, Cultura y color: El arte de Peter Rodríguez, que inauguró la noche de aniversario.

“Estás rodeado de maravillosas obras de arte que fueron creados por estas manos”, dijo Tim Sánchez, el nuevo miembro de la Junta de Síndicos del Museo Mexicano.

Pero el museo hace más que mostrar diversas formas de arte latino, mexicano y chicano. Históricamente, el museo ha sido plataforma para los artistas que fueron rechazados por otras instituciones de arte.

“Para nosotros como artistas —particularmente artistas chicanos— sobra mencionar que había poca o nula oportunidad hace cuarenta años para exhibir en cualquier lugar”, dijo la artista y profesora Amalia Mesa-Bains. “Y Peter tuvo la visión para darnos ese espacio”.

Fue una visión que nació en la pequeña ciudad rural minera de Jackson, California.

Uno de los once niños nacidos de Jesús Rodríguez y Guadalupe García, quienes huyeron de México durante la revolución, Peter aprendió a pintar de niño. Su padre, nacido en Michoacán, trabajó —y murió— en la minería de oro y otros metales preciosos de los cerros de la Sierra. Su madre, nacida en Guadalajara, Jalisco —quien una vez convenció a un posible intruso de no entrar en su casa cortando una escopeta de doble cañón— trasladó a su familia a Stockton cuando él todavía era un niño.

Pero no fue hasta que viajó a su tierra ancestral que se inspiró para construir un Museo Mexicano en San Francisco, porque notó que los mexicanos no estaban representados en los museos fuera de ese país.

“[La] primera vez que vio el arte mexicano, ese fue el momento”, dijo Nora Wagner, quien conoció a Rodríguez en los 1970 y comenzó a trabajar en el museo original dos meses después de su inauguración en Far West Laboratories, situado en las calles Folsom y 14. Wagner, junto con Bea Carrillo Hocker, Lupe Kindel y Adriana Williams, fue curadora de la exhibición.

“Aceptamos el reto sin dudarlo”, dijo Wagner. “Porque lo vimos como una oportunidad para pagar una deuda enorme. Porque fueron Peter y su museo los que nos abrieron la puerta para tener una carrera satisfactoria en la área de museos”.

Pero empezar una institución como esta no fue fácil. Rodríguez comenzó a recoger donaciones y empezó a reunir arte mexicano en su apartamento.

“Los chicanos (del ambiente artistico) no nos reconocieron”, dijo Rodríguez. “Y yo dije, ‘Tenemos que tener nuestro propio museo.’ Fue entonces cuando empecé a trabajar en esto”.

Según Mesa-Bains, el museo posee una de las más grandes colecciones de arte chicano y mexicoamericana en el país.
“No había nadie más que tuviera el ojo estético, la energía absoluta para crear lo que es esto”, dijo Mesa-Bains. “Y eso es parte de su legado”.

Esas palabras hicieron llorar a Rodríguez.

Rodríguez sigue pintando en el Hospital Laguna Honda y el Centro de Rehabilitación, el lugar que ahora llama su casa. La mente del artista sigue siendo fuerte, eso se mostró la noche inaugural de su exhibición; recordó a sus admiradores que sus pinturas de Laguna Honda están a la venta.

Su amiga de mucho tiempo, Cynthia Pierce, quien también conoció y trabajó con Rodríguez en los años 1970, todavía visita y pinta con Rodríguez los miércoles y jueves.

“Él creyó en esto cuando nadie más lo hizo”, dijo Pierce. “La gente no creía que iba a durar, pero Peter sabía que lo haría. Estaba decidido”.

Y todavía lo está. Siempre lucha para continuar con el legado que ha construido, Rodríguez valientemente se dirigió hacia la multitud antes de concluir la noche.

“Si tienen algún cambio suelto, deseo que aquellos que no son miembros del museo, donen todo lo que puedan para mantenerlo”, dijo Rodríguez, cuyo museo está actualmente abierto de jueves a domingo. “Necesitamos donaciones y no tienen que ser pequeñas”.