En la que es primera entrega de nuestra sección dedicada a la literatura de América Latina, publicamos a continuación una entrevista con la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, exiliada en Barcelona, España en 1972 por razones políticas.

La entrevista la realizó Graciela Trevisan con motivo de la edición bilingüe de “Estado de Exilio”, publicado por City Lights Publishers de San Francisco en 2008. El libro fue traducido al inglés por la prisionera política Marilyn Buck bajo la asesoría de Graciela, su profesora en la cárcel.

Al comienzo del prólogo de “Estado de Exilio” dices que “si el exilio no fuera una terrible experiencia humana, sería un género literario. O ambas cosas a la vez”. ¿Qué puedes decir sobre el exilio como género literario?

Exilio y Literatura guardan una estrecha relación. Desde la Biblia, que narra la diáspora del pueblo judío, uno de cuyos fragmentos cité al principio de mi novela La nave de los locos: “Y no angustiarás al extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Éxodo 23, 9). El poema épico fundacional de la literatura española es El Poema del Cid, que narra un destierro. Para los antiguos griegos, lo peor era la muerte, y después, el exilio. Virgilio fue un exiliado, y también Dante. Exilio, destierro, emigración: grandes temas de la literatura universal, pero también, una gran metáfora, uno de los símbolos más polivalentes del arte universal. En cierto sentido, el escritor y la escritora son casi siempre exiliados, aún sin moverse de su lugar de nacimiento. Dostoievski tuvo que huir de Moscú porque no podía pagar sus deudas; Las Flores del Mal, de Baudelaire, fueron condenadas y quemadas en la plaza pública; la literatura española durante el franquismo fue la de los exiliados, igual que la literatura de la disidencia comunista se hizo fuera de la Unión Soviética. Algo similar está ocurriendo con los mejores escritores chinos: escriben fuera de China, para evitar la censura. El lugar del escritor suele ser el de la crítica al sistema, se llame capitalismo y dictadura de mercado o dictadura del proletariado. Porque el arte exige libertad de pensamiento y de expresión, a diferencia de la conducta humana, que debe respetar unos límites para la convivencia pacífica.

¿Cuáles fueron las razones que te llevaron a publicar los poemas de “Estado de Exilio” en el año 2003?

Cuando escribí esos poemas, entre 1973 y 1974, no hubiera encontrado editor en España: todavía vivía Franco y no habrían superado la censura. Y fuera de España, en el ámbito de la lengua castellana, tampoco había editoriales que corrieran el riesgo. Pero también hubo un motivo personal, subjetivo: el pudor. Sentía que publicar esos poemas tan dolorosos era como exhibir en público unas heridas que eran, de todos modos, menores que las sufridas por otras víctimas. Al fin y al cabo, por más penas que pase un exiliado, casi siempre consigue salvar la vida. Y digo casi siempre, porque yo he visto a gente enloquecer en el exilio, enfermarse, morir prematuramente, sufrir infartos o gravísimas depresiones. Cuando cayeron las dictaduras latinoamericanas y se aflojó el dolor, pensé que era el momento más adecuado para que vieran la luz. Ya el dolor que exhibían podía ser encajado mejor.

Es cierto que exilio y emigración tienen muchísimos puntos en común. A veces converso con emigrantes y observo los sentimientos compartidos: el desarraigo, la sensación de no pertenencia, la ambigüedad en cuanto al país de adopción; sin embargo, están en mejores condiciones objetivas: ahora tienen móviles para llamar a sus seres queridos, se pueden reunir públicamente sin despertar sospechas, pueden obtener la residencia o la nacionalidad. Los emigrantes tienen una ilusión: volver. Pueden ejercer esa facultad. El exiliado no puede volver, y esto le causa mucha angustia. Ahora bien, una vez caída la dictadura, no siempre el exiliado vuelve. Porque en un sentido estricto, no hay regreso: no se puede volver al pasado.

¿Cuáles son los cambios positivos de vida, de identidad, de ideas, de relaciones, de emociones, que has experimentado debido al exilio?

Sería una piedra, un robot, si no hubiera experimentado en estos treinta años ningún cambio. Creo que soy un poco menos romántica de lo que era al llegar y el cambio no se debe a la edad, sino a la confrontación con una sociedad mucho más pragmática, más relativista que la sociedad en que nací y me crié. Pero sigo siendo excesivamente idealista y romántica también para la sociedad en la que vivo desde hace treinta años. He tenido la oportunidad de contribuir al cambio de la sociedad española, de la rigidez y represión del franquismo a esta socialdemocracia donde se han aprobado leyes por las que luché, como el matrimonio homosexual o las reformas positivas hacia las mujeres. He encontrado a muchas mujeres que como yo, tienen una vida alternativa, y podemos compartir nuestro rechazo al machismo, al patriarcado. También pienso que el exilio me dio la posibilidad de probar mi fortaleza interior y mi espíritu de lucha. Saber convertir un sufrimiento en algo enriquecedor y positivo es una alquimia muy necesaria, y pienso que ese es un punto de encuentro entre Marilyn Buck y yo.

El tema de la rigidez del género binario, el cuestionamiento y la deconstrucción de la masculinidad como poder social, político y sexual, aparecen como constantes en tus libros. ¿Cuál es la relación entre esos temas y tus libros?

Para no extenderme ideológicamente en esta pregunta, que daría para muchos ensayos, voy a responder con un símil. Somos primates que en algún momento evolucionamos. Bien, en el Congo, existen comunidades de chimpancés y de bonobos, separadas, naturalmente. Los chimpancés viven en grupos patriarcales, machistas, dominantes. Hay frecuentes actos de violencia; en realidad, no hay nada más parecido a un ser humano que un chimpancé. Conspiran, se traicionan, roban y si pueden, se matan. Las hembras están sometidas y su principal función es la reproducción y la búsqueda de alimentos. Los bonobos, en cambio, viven en grupos matriarcales. No se conoce un solo acto de violencia. Son cooperativos, alegres y solucionan todos los conflictos haciendo el amor, acariciándose. Sus dos actividades principales son comer y hacer el amor. Cuando tienen miedo o surge algún problema, el grupo acude a solucionarlo con caricias, lametazos y cariño.

Puede ser que el símil resulte algo simple, pero yo creo que los grandes cambios que se han producido en la historia de la humanidad fueron provocados por las mujeres: en la Edad Media, las mujeres de las cortes de Midi y el sur de Francia impusieron la música, la poesía, el uso de cubiertos; suavizaron a los machos que sólo sabían combatir y crearon las cortes de amor. Con el símil que he desarrollado quiero decir que confío en una feminización del mundo que elimine la violencia.

Graciela Trevisan ha impartido numerosos cursos y seminarios sobre la obra de Cristina Peri Rossi. También es traductora, escritora y encargada de la colección de libros en español de la librería Modern Times.

Pueden adquirir ejemplares de la obra de Cristina Peri Rossi en la librería Modern Times, ubicada en el número 888 de la calle Valencia, en San Francisco.