Nueva poetisa laureada de San Francisco

Poetas y artistas de San Francisco se reunieron en Centro Cultural de la Misión el pasado 19 de febrero para un recital de poesía muy especial en honor de Diane di Prima, nueva poetisa laureada de San Francisco, y autora de 44 libros de poesía y prosa. Su trabajo ha sido traducido en más de veinte lenguas.

Di Prima y cuatro poetas laureados anteriormente —Devorah Major, Jack Hirschman y Janice Mirikitani— leyeron de su propia obra. Se les unieron Lorna Dee Cervantes, Alejandro Murguia, MamaCoAtl, Adrian Arías, Avotcja, Jorge Argueta y Nina Serrano. El cofundador del Centro Cultural de la Misión para las Artes Latinas y poeta también Roberto Vargas fue el anfitrión de la velada, y Jorge Molina actuó durante la ceremonia de apertura.

Nacida en Brooklyn, Nueva York, en el año 1934, Diane di Prima vivió y escribió en Manhattan durante muchos años, donde se convirtió en una de las exponentes más reconocidas del movimiento literario beat. Durante los pasados 42 años, ha vivido y trabajado en San Francisco y en sus cercanías. Actualmente vive en el barrio Excelsior y es maestra en la Misión.

Di Prima compartió el siguiente escrito titulado “Algunas palabras sobre el poema” con el público durante la ceremonia conmemorativa en su honor:

La poesía puede atraer la lluvia y hacer crecer los campos cultivados. Facilitar el sendero del viajero y adormecer al niño con fiebre.

La poesía es a la vez lamento y cura de nuestro corazón.

Renueva constantemente la manera en que vemos: para que podamos articular la Verdad en constante cambio.

Los poetas hablan la verdad que nadie más puede o se atreve a articular. De ahí el hambre por la poesía cuando el mundo se ensombrece. Cuando crece la represión, cuando la gente se comunica susurreando o deja de hacerlo, la gente busca la poesía para saber lo que en verdad está pasando.

La poesía puede contener todo el historial de la tribu—de cada una y de todas las tribus, para que cuando la oigamos podamos escucharnos los unos a los otros, empezar a saber de dónde provenimos.

Escribimos poesía para recordar, y a veces escribimos poesía para olvidar. Pero escondido en nuestro olvido, codificado ahí, esta nuestro recuerdo, nuestros secretos.

La poesía contiene la paradoja sin intentar darle solución a algo.

A veces puede hablar de lo que no se puede hablar.

Siempre la corriente del lenguaje apunta atrás hacia su fuente. Hacia el momento antes del habla: las cuencas de los ríos del lenguaje que fluyen a través de los mundos que se desdoblan.

El poema puede ser ritual o danza, oración o elegía. Es música, cuento, acertijo, arrullo de cuna. Canción, hechizo, encantamiento. Maldición o bendición. Serenata o ensoñación. No hay lugar a donde no pueda ir, nada que no pueda ser.

El poema es sueño y soñador entrelazados. Rehace el lenguaje en el acto de ser dictamen. Mente y lengua, aliento y marca. Papiro, barro cocido, papel, cifra y punto cibernético.

Cuando se habla, recorta una forma en el tiempo, cuando se escribe se forma a sí mismo en el espacio. Seguido está ahí en tu papel antes que tomes la pluma. En esas ocaciones lo único que tienes que hacer es seguir el patrón marcado. Algunas veces como radio lo oyes en tu cabeza y lo tomas como un dictado.

Y aún así está siempre, inevitablemente, enraizado en nuestra carne—la carne misma del poeta que escribe o mecanografea: la música comienza a atrofiarse cuando se aleja demasiado de la danza. La poesía es nuestro aliento, el latido de nuestro corazón.

La poesía nos une, nos ayuda a conocernos mutuamente. Tiende puentes entre el tiempo y el espacio—podemos atisbar los mundos de: “Listo para la persecución / yo sé de un escondite”/ “A la oscuridad escucho, y por largo tiempo / he estado la mitad enamorado de la Muerte fácil,,,”; aunque estos mundo ya no sean más desde hace tiempo.

Así como podemos leer la poesía de algún contemporáneo a miles de millas de lejanía y sentirmos transportados a esa localidad, sentir ese suelo, ese sol.

En una lectura poética para los sandinitas, aquí mismo, hace mucho tiempo, uno de mis hijos afirmó: “Todos los artistas con guerreros, ¿No es así, Mamá? Por eso hay tanta partes en el arte”.

Hay muchas partes para la poesía—ahora más que nunca, y hoy estoy aquí con Uds. porque he sido nombrada la Poeta Laureada de San Francisco—un título que apenas puedo abarcar con mi mente.

—Traducción Francisco X. Alarcón