‘El Danzante’, estatua del artista Vladimir Cuevas, que vela por la ciudad Zimatlán, desde el cerro del Yavego. Cortesía: artbyvladimircuevas.co

San Francisco y Oaxaca son lugares con mucho en común. Ambas ciudades destacan por su arte, y es en esta ciudad estadounidense donde desde hace 28 años vive Vladimir Cuevas, originario de Zimatlán de Álvarez, Oaxaca.

Este pintor y escultor hizo realidad un sueño que le habitaba desde niño: asistir a la Guelaguetza, la fiesta étnica más importante de Latinoamérica; y no solo eso, en el marco de esta mundialmente reconocida celebración, inauguró su escultura El Danzante.

El artista oaxaqueño, quien tiene predilección por la Danza de la Pluma, cuyo elemento más llamativo es el penacho, recuerda que de niño “pensaba que al portarlo podría volar”.

Vladimir nunca pudo asistir a una Guelaguetza debido a la esquizofrenia que padeció su padre, un hecho que limitó las actividades familiares.

Le tomó 10 años desarrollar la idea de la escultura de El Danzante y se demoró cuatro intensos meses para su construcción. Vladimir se ha convertido en el autor de la escultura de El Danzante más grande del mundo, erigida en la cima del cerro del  Yavego, en la ciudad que lo vio nacer.

La sensación que genera ver El Danzante en la cima del cerro, es la de que está custodiando a Zimatlán, como si fuera el encargado de recordar la identidad de los zimatecos, sus orígenes y de qué están hechos.

Se dice que las esculturas están irremediablemente ligadas a un lugar o a una persona. El Danzante está unido a la niñez de Vladimir y a Zimatlán. No tengo duda de que con el tiempo será el símbolo de identidad de las y los zimatecos.

El artista Vladimir Cuevas, posa para un retrato a un lado de su estatua El Danzante, ubicada en Zimatlán, Oaxaca. Cortesía: artbyvladimircuevas.com

Con esta escultura, el artista expresó un mar de sentimientos, anhelos y recuerdos a través del modelado. Al ver la obra podemos pensar que la escultura sigue teniendo la función de explicar al pueblo una parte de la historia, tal como en sus inicios.

El Danzante representa la Danza de la Pluma, una majestuosa e histórica tradición oaxaqueña de origen zapoteco, que narra el proceso de la Conquista de México. Coincido con quienes consideran a las esculturas como libros esculpidos en piedra o metal. En este caso, es también una pieza que embellece aún más ese mágico cerro, todo un regalo de la naturaleza.

Cualquiera que visite la tierra de la cantera verde podrá disfrutar de esta obra que mide trece metros de altura, realizada con metal, fibra de vidrio, resinas y pintura automotiva.

Vladimir contempla la grandeza de su obra y dice sentirse lleno de emociones y dispuesto a poner esa misma fe en otros proyectos. “La fe sin obra es estéril”, señala.

“Trabajé duro para que El Danzante pudiera ser inaugurado durante las fiestas de la Guelaguetza 2018, y lo logré. Mi obra y la gran fiesta se apapacharon haciendo del gran momento algo magno como siempre lo soñé”.

Para Vladimir, Oaxaca significa su principio, sus tristezas y alegrías, además de su crecimiento y, sobre todo, la magnitud de las emociones que le revolotean la mente y el corazón, por lo cual tiene sentimientos encontrados al ver concluida su obra. “Soy Oaxaca”, dice. “Soy una persona alegre, veo la vida colorida y con mucha paz y eso me define como oaxaqueño”.

El pintor zimateco ha tenido exhibiciones en Filipinas, Europa, Sudamérica, México y Estados Unidos. En San Francisco, su casa, ha expuesto en The Legion of Honor, MCCLA y en la recién desaparecida galería Polanco.

Actualmente planea una exhibición que arrancará el 20 de noviembre, en la que presentará los moldes reales de su escultura El Danzante, acompañados de fotos y videos. La muestra será itinerante, viajará por todo México, algunos países de Latinoamérica y Europa.

En su obra se encuentran trabajos abstractos y piezas figurativas. Sus pinturas dejan ver su gran manejo de arenas, pigmentos y aceites con los que desarrolla colores y crea parte de ese universo llamado Oaxaca.

En su obra destaca el Calendario Mixteco, trabajado en pasta, corcho y pigmentos de acrílico sobre madera, con el cual, lo mismo que con El Danzante, Vladimir resalta su interés por la cultura prehispánica.

El artista oaxaqueño reúne trabajos en diversos formatos y cuenta con más de un centenar de obras religiosas, gran parte de las cuales se encuentran en Filipinas, algunas en iglesias y otras en manos de coleccionistas privados.

Vladimir también ha ilustrado publicaciones como The Prayer Book, para el que realizó tres retablos: La Última Cena, La Resurrección y La Virgen de Guadalupe.

Sin duda, este oaxaqueño seguirá inspirando con su obra, tal como él ha venido inspirándose en grandes maestros del arte como Da Vinci, Tintoretto, Siqueiros y Antonio Huerta, personajes del arte que admira.