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Elizabeth Veras Holland

Aprendemos a temprana edad a identificarnos con nuestra cultura. Para los que ‘físicamente lucen’ de cierto modo, puede resultar simple, pero para otros, no lo es tanto.

Crecí identificada como una ‘latina blanca’ y con dos raíces culturales. Pasé años cuestionando mi lugar en la comunidad latina. Sin importar que hablara español, o que llevara la cultura latina en la sangre, no podía identificarme con la comunidad debido a mi apariencia.

Desde entonces me fascinan las personas que se enamoran de una cultura, sea la suya o no.

Hace poco más de un año, hice trabajo de voluntariado en el Colectivo de Baile Oberlin (ODC), un estudio de danza no lucrativo, ubicado en la calle Shotwell en la Misión. Ahí fue donde por primera vez oí a la maestra y bailarina de flamenco Danica Sena —y realmente la oí: tanto su taconeo flamenco y el rasgueo de las cuerdas de la guitarra, como su voz instruyendo en español, enchinaron mi piel.

Mi trabajo de voluntaria concluyó, pero a menudo pienso en esta mujer que transmite tanta pasión y fuerza; y de quien después supe que no era española.

Los padres de Sena emigraron a los EEUU desde Serbia, y aun cuando ella se siente identificada con su propia cultura, la española le atrajo desde pequeña a tal grado que acudió a la universidad y estudió tanto la lengua como la literatura española.

Estudió un año en la Universidad Complutense de Madrid, donde conoció el flamenco y el resto es historia.

Describe su primer encuentro con el flamenco como amor a primera vista. Como ya había aprendido otros tipos de baile, buscó una clase de baile en Madrid y se encontró con una mujer que enseñaba sevillanas (parecido al flamenco) en un gimnasio de barrio.

“Mirando por una pequeña ventana de uno de los estudios vi que estaban enseñando este baile que me intrigó”, cuenta Sena. “Pregunté si podía asistir a esa clase y así comencé a estudiar flamenco, el cual se me hizo fácil y me obsesionó.

Se trasladó a San Francisco poco después de salir de la universidad y estudió con la maestra gitana española Rosa Montoya. Veinte años más tarde, Sena se convirtió en maestra en flamenco.

Cuando baila es dueña del escenario, cada zapateo suyo sincroniza perfectamente con el ritmo de la guitarra. Ella es capaz de narrar una historia solo con sus movimientos y la música que la acompaña.

“El flamenco es un una forma de arte. Es comunicación. Es compromiso”, explica Sena. Una bailarina de flamenco no es solo bailarina. Es música. Ella es un vehículo de expresión. Esta forma de arte me da la máxima posibilidad de liberar mis pasiones y una amplia gama de emociones”.

Contrario a mí, Sena no duda sobre su lugar en el flamenco y en la cultura española. “Encarno esto”, dice. “No tengo duda de ello”.

Después de haber enseñado varios talleres de flamenco, se le ha aceptado con los brazos abiertos dentro de la comunidad española. Se ha presentado en España, y se le ha nombrado embajadora cultural por el Ministerio de ese país.

Y aquí, ella ha creado su propia comunidad de baile en el ODC, donde imparte ocho clases por semana en las que el requisito es la dedicación y el compromiso de parte de sus estudiantes. Su trabajo es original, componiendo y creando presentaciones con sus estudiantes.

Su grupo avanzado se presentará en un espectáculo llamado Global Dance Passport, los próximos 18 y 19 de junio. Sena bailará el domingo 19, antes de partir hacia España donde enseñará este verano.

Antes de conocer a Sena, creí que me diría lo difícil que le resultó apropiarse de una cultura que no era la suya. Estaba equivocada. Se lo dije y también le referí mis inseguridades respecto a mi lugar dentro de la cultura latina. Seriamente, me aconsejó que acogiera mi cultura. Me dijo lo mucho que le gusta hablar español. Las palabras parecieran cantar. Pienso en lo mucho que también me gusta. Pienso que es importante aceptar y acoger la cultura que amamos. Podría sorprendernos el darnos cuenta que seremos recibidos con los brazos abiertos.