[su_label type=»info»]COLUMNA: COMUNIDAD EN FOCO[/su_label]

Francisco Rodriguez. Courtesía: Francisco Rodriguez
Elizabeth Veras Holland

Conozco a Francisco desde que éramos niños. Sin embargo, nuestro vínculo es más profundo.

Entre nosotros existe una similitud que creo ha sido especialmente significativa para ambos: somos latinos de segunda generación. Ambos hemos elegido sendas un poco diferentes a la de nuestros padres, y hemos tratado de dar sentido a qué hacer con el regalo más grande que nuestros padres nos han dado: el poder de la elección.

Francisco Rodríguez nació en el Distrito de la Misión en el Hospital St. Luke en 1988. Su padre emigró a los EEUU desde Zacatecas, México en la década de 1970 y trabajó sin descanso en el campo.

“Mi padre trabajaba todo el día y toda la noche”, dijo Francisco. “A veces sólo tenía tiempo para un solo bocado en sus días de trabajo, una tortilla con un vaso de leche, un aperitivo que luego compartimos cuando era un niño”.

Ese trabajo duro valió la pena. Francisco creció cómodamente en Daly City, junto a sus padres y cuatro hermanos. Francisco se enamoró del teatro en la secundaria, con el tiempo habría de recibir su licenciatura en arte teatral  la Universidad Estatal de San Francisco.

Pero ganarse la vida por medio del teatro parecía desalentador para Francisco. Cedió a su pasión, optando por la practicidad de un trabajo de oficina de nueve a cinco.

“No fue una transición sencilla el tomar la decisión de continuar con el teatro”, dijo. “No me gradué de la preparatoria y fui directamente a la universidad. Batallé ello. Me resistía. Intenté vivir otra vida por un tiempo, una vida con una profesión que no reflejaba realmente mis pasiones; una vida que ofrecía una mayor estabilidad, pero no funcionó. El teatro y una vida creativa siempre me atrajeron”.

Después de recibir su título, Francisco plenamente comprometido con su arte, pasó un año de pasantía en el Bay Area Children’s Theatre, al mismo tiempo que actuó en producciones en el Shelton Theater, Z Space y The Flight Deck en Oakland. Adicionó con regularidad y obtuvo varios llamados. Le fue bien en su camino hacia la construcción de una carrera en el área de la bahía… pero en su corazón, sintió que algo faltaba.

Francisco Rodríguez, actuando en la obra ‘El día que los crayones renunciaron’ para el Bay Area Children’s Theater. Courtesía: Francisco Rodriguez

“Había otra parte de mí que deseaba entender”, dijo Francisco. “Siempre quise ir a México y experimentar lo que se siente al estar realmente allí y alimentar esa parte de mí, de mi lado mexicano”.

Francisco ha visitado muchas partes de México, incluyendo la tierra de su padre. “Mi padre está orgulloso de que haya terminado la universidad y sé que él me ama, pero a veces creo que se preocupa por mí y lo que estoy haciendo con mi vida”.

Nosotros, como hijos de inmigrantes, a menudo hemos hablado de lo que nuestras elecciones significan para nuestros padres. Cómo nuestros padres a veces pueden quedar perplejos del por qué hacemos lo que hacemos. Ellos nos proveyeron para que pudiéramos tener elecciones y luego la realidad llega para ver qué hacemos con esa opción. Esto es especialmente evidente cuando tenemos tantas oportunidades para elegir y algunas en conflicto entre sí. Recuerdo que le dije a mi madre hace años que quería estudiar en Guatemala un día, el país del que ella emigró,  lo que ella dijo, “¡Ay mija! ¿Por qué quieres ir a Guatemala? ¡Tienes todo lo que necesitas aquí!”.

Mi madre no estaba necesariamente juzgando mi deseo. Sin embargo, su experiencia y punto de vista es el de alguien que no tuvo opción cuando fue joven. Como segunda generación de latinos, nuestra visión de estos países incluye el deseo de conectarse con una cultura que está en nuestra sangre, pero que nunca hemos conocido de primera mano. El punto de vista de nuestros padres pudiera ser el de un país del cual escaparon para tener una mejor oportunidad.

Así que ahora Francisco y yo hablamos por medio de WhatsApp porque me está llamando desde Guadalajara, Jalisco, México. Dio el salto y desde hace más de un mes vive allá. Ha llevado su pasión por el teatro con él y encontró un taller de actuación en el que ahora está estudiando.

“Hay una gran escena teatral en Guadalajara”, me dijo con entusiasmo. “Hay festivales y obras de teatro y exposiciones de arte”.

Francisco sabe que esta aventura no será fácil. Él se está adaptando a hablar español todo el tiempo y tratando de encontrarle sentido a su partida y lo que significa para su familia. Pero él siguió a su corazón y parece que su destino le ofrecerá la oportunidad de seguir a sus dos amores: su inmersión en su cultura y el teatro. Y, por supuesto, comerá una tortilla con leche de vez en cuando para recordar siempre el esfuerzo que su familia hizo para ponerlo aquí.

—Traducción Katie Beas