Manifestantes en Venezuela. Foto Courtesy The Financialist

Durante las últimas dos semanas, la comunidad internacional ha sido bombardeada con imágenes impactantes de Venezuela. Esas figuras omnipresentes de nuestra época —jóvenes manifestantes enfrentando la represión de un gobierno impopular— parecen haber surgido en ese país.

Pero, lo que estamos viendo en Venezuela no es otra primavera árabe, como dirían algunos. De hecho, el evento más comparable a esa primavera venezolana comenzó hace veinticinco años, el 27 de febrero de 1989. Este punto de cambio histórico, popularmente conocido como el ‘Caracazo’, comenzó después de la firma de un paquete económico de austeridad y privatización recomendado por el Fondo Monetario Internacional, dominado por los EEUU.

En respuesta, miles salieron a las calles en todo el país antes de ser brutalmente reprimidos por el gobierno, en ese
entonces encabezado por el presidente Carlos Andrés Pérez. Muchos estiman que la represión causó la muerte de más de 2.000 venezolanos, en su mayoría de las clases pobres.

Fue a partir de las cenizas del ‘Caracazo’ que la Revolución Bolivariana, movimiento que llevó al ex presidente Hugo Chávez al poder, emergería. La desilusión con el sistema bipartidista que había gobernado al país durante más de medio siglo impulsó a las aspiraciones de un nuevo liderazgo y una nueva visión de la sociedad.

Chávez respondió a estos deseos después de ser elegido presidente al convocar la creación de una nueva constitución con la participación masiva de los venezolanos. Su gobierno abrió las puertas a los pueblos históricamente oprimidos estableciendo programas sociales destinados a reducir la pobreza y la creación de nuevos espacios para la organización popular.

Los resultados de su gestión son evidentes en las estadísticas: el Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR, por siglas en inglés) encontró que la pobreza en Venezuela se redujo en casi un 50% y la pobreza extrema en un 70% desde 2004. De 2006 a 2011, Venezuela subió siete puntos a 73 de 187 países en el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas.
Pero, ¿cómo podría ser esto posible si todo lo que estamos escuchando es sobre la crisis económica de Venezuela?

Venezuela ciertamente no es perfecto, y está experimentando problemas económicos, principalmente en la forma de una tasa de inflación que se elevó al 56% en 2013. Sin embargo, como país exportador de petróleo, la alta inflación no es un tema nuevo.

Las protestas actuales no son el resultado de una crisis económica, en realidad son debido a una crisis dentro del movimiento opositor de Venezuela, que ha resistido a cada paso y fuertemente a la Revolución Bolivariana —más notoriamente con el intento de golpe de 2002 contra Chávez, financiada por los EEUU.

Muchos en la oposición se imaginaron que con la muerte de Chávez, hace un año el 5 de marzo, la Revolución Bolivariana se derrumbaría. Pero recibieron un rudo despertar después de perder las elecciones municipales en diciembre por un margen significativo.

En respuesta, la ultra-derecha de la oposición, encabezada por dos líderes del golpe de 2002 —Leopoldo López y María Corina Machado— decidió romper filas con sus colegas moderados y volver a sus viejas tácticas de violencia callejera.

Grupos extremistas de derecha han destrozado centros preescolares y clínicas gratuitas, han quemado camiones de comida y han colgado alambre de púas en las calles para decapitar a chavistas motorizados.

Mientras que los medios de comunicación internacionales y las redes sociales han hecho todo lo posible para representar a estos grupos como luchadores por la libertad, su defensa es cada vez menos sostenible —sobre todo para los sectores más moderados de la oposición.
Los verdaderos luchadores por la libertad de Venezuela están encarnados por los movimientos sociales, como el movimiento afro-venezolano, el movimiento sindicalista y el movimiento de mujeres, que han sido la base de los avances del país.

La violencia de la oposición, que en su gran parte ha sido localizada en los distritos más ricos de Venezuela, es otro intento de rechazar a las aspiraciones de la mayoría del país.

Debemos estar agradecidos que los líderes de la oposición extremista, que vienen del linaje de los partidos que gobernaban antes que Chávez, ya no controlan las fuerzas armadas, como sucedía durante el ‘Caracazo’.

Carlos Martínez es co-autor del libro “Venezuela Speaks! Voices from the Grassroots” y miembro de The Center for Political Education.