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En el marco de movilizaciones masivas, muertes y acusaciones cruzadas, la fractura social está cada vez más expuesta en Venezuela.

Lo que empezó en febrero como una serie de reclamos universitarios por la libertad de estudiantes detenidos, por el desarme de grupos paraestatales y por un mayor pluralismo en los medios de comunicación, se expandió hacia una cadena de marchas masivas en contra y a favor del gobierno de Nicolás Maduro —algunas pacíficas y otras no tanto.

Los choques entre grupos oficialistas y opositores han dejado hasta el día de hoy un saldo de casi 40 víctimas fatales, más de 416 heridos y 1,854 detenidos. Mientras el gobierno venezolano denuncia un intento de desestabilización, la oposición denuncia que el país está viviendo una ola represiva.

¿Cómo llegó Venezuela a esta ola de violencia y fragmentación social?
Quizás la primera respuesta deba buscarse en los cambios estructurales que ha generado el movimiento bolivariano en sus comienzos.
El triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998 marcó un antes y un después en la historia venezolana. Desde una corriente militarista y popular, el chavismo obtuvo el apoyo de millones de venezolanos excluidos por los dos partidos tradicionales: Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) y la Acción Democrática.

Altos niveles de pobreza y marginación en un país que se caracteriza por tener una de las mayores reservas de petróleo crearon condiciones para la emergencia de un movimiento de corte verticalista y antiimperialista, con gran poder de apelación de las masas.

Acompañado por la alza en el precio del petróleo, el gobierno de Chávez destinó fondos a viviendas populares, y a la construcción de escuelas y hospitales en barrios marginados. A la vez, su formación militar y su visión crítica de las ideas liberales se reflejó en un mayor control de los medios de comunicación y un menoscabo en la independencia judicial.

Así es como se profundizó en Venezuela una polarización de corte clasista: mientras los pobres aman y veneran a Chávez, las clases altas lo acusan de hegemonizar la totalidad del Estado y lo ven como un dictador —pese a que Chávez ganó los comicios democráticamente en varias ocasiones consecutivas. La muerte de Chávez en marzo de 2013 disparó las divisiones tanto en el oficialismo como en la oposición.

Del lado oficialista, el ala izquierda llegó al gobierno de la mano de Nicolás Maduro, un chofer de larga distancia de formación marxista, quien sustituyó a Chávez en la presidencia. Pero el ala nacionalista militar pisa fuerte desde la presidencia del Parlamento, con Diosdado Cabello.

Del lado antichavista, el líder opositor venía siendo Henrique Capriles, que en 2013 perdió por un punto las elecciones ante Maduro. Pero con las marchas opositoras se fortaleció la imagen de Leopoldo López, otro opositor al que el chavismo acusa de estar vinculado a los EEUU y que fue encarcelado por el gobierno, lo que le valió a Maduro cuestionamientos dentro y fuera de Venezuela.

Mientras Capriles enfatiza en la necesidad de articular las instituciones previas al chavismo con parte de sus conquistas sociales, el sector de López representa el ala más dura del antichavismo, al cual acusan de ser “un gobierno dictatorial”.

¿Por qué estas movilizaciones surgieron ahora y no antes?
La muerte de Chávez fue clave en el estado anímico tanto de los oficialistas como de los más acérrimos opositores, muchos de los cuales apoyaron el golpe de Estado de 2002. Sin embargo, hay que tener en cuenta también el factor económico.

Si bien el chavismo volcó los ingresos petroleros a políticas sociales, no ha modificado el modelo económico basado en la monoexportación del recurso, por lo que pese a las prédicas de nacionalismo y soberanía, el país aún necesita importar los alimentos.

Tal vez por eso, entre otras razones, el chavismo se interesó en fortalecer alianzas con países como Argentina y Brasil. La falta de diversificación económica, la especulación empresarial y el estancamiento productivo del país derivaron en una escasez de ciertos productos básicos, como leche o papel higiénico. En noviembre pasado —según el informe del Banco Central de Venezuela— el país alcanzó un índice de escasez del 21.2 por ciento.

En este contexto, las movilizaciones a favor y en contra de Maduro ponen de manifiesto un país dividido entre quienes respaldan al chavismo y quienes quieren verlo fuera del poder.

Además de los cerca de 40 muertos, la oposición denuncia torturas en las cárceles a los cientos de detenidos, mientras que el abogado constitucionalista Hermán Escarrá, afín al chavismo, impulsa en la Asamblea una ‘Ley Antiterrorista’ para desalojar de una forma más rápida y eficaz las protestas opositoras.

Por su lado, el presidente venezolano acusa a la oposición, en el marco de las manifestaciones de febrero, de aplicar “un formato de golpe de Estado continuado, para generar una espiral de odio y justificar una intervención extranjera militar’’.

Estos episodios en las calles venezolanas quizás impliquen una fuerte renovación en la conducción del proceso histórico bolivariano. La incógnita es hasta dónde el gobierno de Nicolás Maduro podrá sostenerse sin cambios o si las marchas en su contra lo llevarán a hacer acuerdos con la oposición, como prometió el pasado lunes 7 de abril tras una propuesta de diálogo con la coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que plantearon los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).