Ricardo Arduengo/Associated Press

Puerto Rico —colonia estadounidense por los pasados 118 años— está atravesando una crisis de deuda sin precedentes. Esta situación tiene el potencial de generar un clima impugnatorio del bloque ideológico dominante en la isla y, a su vez, democratizar el espacio político. Para que esto se materialice, la izquierda puertorriqueña tiene que hacer de la expansión radical de los derechos ciudadanos su primera prioridad.

Puerto Rico está muy limitado en sus opciones para salir de su crisis de deuda, principalmente porque es un “territorio no incorporado” de los EEUU. Así las cosas, la isla no cuenta con representación real en el congreso estadounidense. Sólo cuenta con un “comisionado residente”, una especie de diputado federal quien, pese a tener voz en la cámara baja del congreso y poder introducir proyectos de ley, no puede votar en el hemiciclo.

Ante esta falta de representación, el Partido Nuevo Progresista (PNP) —partido que, pese a su nombre, representa la derecha conservadora puertorriqueña— aboga por la anexión plena a los EEUU. Con ello, la isla contaría con cinco diputaciones y dos senadores a nivel federal. Para el PNP, este nivel de representación sería la verdadera solución a la crisis de deuda que atraviesa Puerto Rico. La anexión conllevaría igualdad con los estados de la Unión en términos de acceso a programas sociales federales; la oportunidad de autorizar a municipios insolventes a solicitar protección por quiebra a través del capítulo 9 del Código de Quiebras federal; y la oportunidad de solicitar la reestructuración de las deudas de las corporaciones públicas insolventes de la isla.

Por otra parte, las dos principales fuerzas políticas de izquierda —el Partido Independentista Puertorriqueno (PIP) y el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH)— sostienen que la verdadera crisis que enfrenta la isla es la del coloniaje. La izquierda mantiene que la crisis de la deuda es tan sólo un corolario de los más de cinco siglos de coloniaje que ha sufrido Puerto Rico, primero bajo el yugo de la corona española, y desde 1898, bajo los EEUU. Desde esta perspectiva, la solución a la crisis de la deuda radica en la independencia de Puerto Rico, pero el PIP y el MINH no comparten un mismo imaginario político. El PIP busca un estado soberano socialdemócrata, mientras que el MINH pretende reconfigurar la sociedad puertorriqueña desde una orientación marxista-leninista.

Es importante tomar en consideración que un cambio en el estatus político de la isla hacia el independentismo no garantiza la continuación de los derechos cuidadanos adquiridos bajo el sistema colonial; derechos que, por cierto, contribuyeron a reducir dramáticamente la popularidad de la cual gozaba el independentismo durante la primera mitad del siglo veinte. El último referéndum sobre el estatus político de Puerto Rico, que tuvo lugar el 6 de noviembre de 2012, nos dejó ver que la ciudadanía, en su mayoría, prefiere la anexión a los EEUU, mientras que una proporción muy reducida prefiere la independencia.

Basta con vivir en Puerto Rico para darse cuenta de que es común entre la población asociar las posturas progresistas con el izquierdismo, y éste con el independentismo.  De esto se desprende que para que surja un clima impugnatorio radical, primero sería necesario una ruptura en la percibida relación de necesidad entre el ideario progresista y las aspiraciones independentistas. Ayuda aquí remontarse a las primeras décadas del siglo veinte, décadas en que el movimiento obrero puertorriqueño era socialista y anexionista.

Las huelgas estudiantiles en la Universidad de Puerto Rico (UPR) durante el periodo 2010-2011 fueron lo más cercano a un detonador de cambio radical en el borinquen del siglo veintiuno. El consenso general en la isla parece ser que ese ciclo de huelgas fue el producto de tres elementos principales: la recesión económica insular, la imposición de una política neoliberal de recortes y el despido de 30,000 trabajadores del sector público por parte de la administración del gobernador Luis G. Fortuño Burset.  Desafortunadamente, las acciones de la comunidad estudiantil de la UPR no se extendieron significativamente más allá de la universidad, generalmente considerada un hervidero del independentismo. Por tanto, si algo podemos aprender de estas luchas, es que para que se abra un ciclo de movilizaciones que genere un clima impugnatorio del bloque ideológico dominante, el proyecto independentista puertorriqueño no debe tener primacía sobre la expansión radical de los derechos cuidadanos conquistados bajo el régimen colonial.

Víctor Daniel Meléndez Torres es puertorriqueño y vive en Albuquerque, Nuevo México.